domingo, 22 de mayo de 2016


22/05/2016 – Domingo de la 8ª semana de Tiempo Ordinario. La Santísima Trinidad

ESCRITO POR EL . POSTEADO EN LECTURAS DE MISA

PRIMERA LECTURA
Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada
Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31
Esto dice la Sabiduría de Dios: «El Señor me creó al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas. En un tiempo remoto fui formada, antes de que la tierra existiera. Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas. Aún no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada. No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe. Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales; cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como arquitecto, y día tras día lo alegraba, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, y mis delicias están con los hijos de los hombres».
Palabra de Dios.
Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9.
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado. ¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él? R. Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad, le diste el mando sobre las obras de tus manos. Todo lo sometiste bajo sus pies. R. Rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo, las aves del cielo, los peces del mar, que trazan sendas por el mar. R.

SEGUNDA LECTURA
A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado por el Espíritu
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5
Hermanos: Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios. Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia,sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir. Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará»


de la Palabra a la Vida
El desarrollo de la historia de la salvación es el camino de Dios para comunicarse a sí mismo a la humanidad. Desde antes de los abismos, manantiales, de la tierra misma… Dios tenía un plan para darse a conocer y ofrecer su amor y divinidad. Su Sabiduría se ha ido manifestando y a la vez proponiendo a la creación, al hombre, culmen de la creación.

Desde lo más pequeño, en la sabiduría profunda del desarrollo de lo menos a lo más, del primer día de la creación al sexto, el hombre puede contemplar y descubrir la marca del Creador en las criaturas, la inteligencia y belleza de su plan, y entonces exclamar: “¡Que admirable es tu nombre en toda la tierra!”.

Por eso, en esta fiesta la Iglesia no celebra un misterio concreto de la vida de Cristo, sino el misterio de la Vida. Lo que Dios es, lo que Dios comunica, lo que es nuestro destino. Inabarcable para la mente humana, las lecturas de hoy sólo pueden ser acogidas como la Vida, como un don que se desvela en la medida que se acepta.

El evangelio según san Juan nos ofrece un breve pasaje de los discursos de despedida, en el que en una afirmación de Cristo encontramos a las tres personas divinas. He ahí la intención de la Iglesia, que advirtamos la comunión que se nos revela, en acción. El Padre es el que todo lo tiene, el que entrega todo por Cristo; en el evangelio de hoy el don que entregan es el Espíritu Santo, que realizará, en el corazón del hombre, el anuncio del misterio de Dios; será el revelador espirado por Dios para la que la humanidad pueda avanzar por la vida en la comunión con la Santa Trinidad.

Es la afirmación de san Pablo “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu santo que se nos ha dado” la que contiene ese desenvolverse de la historia. Dios se da a los hombres, desde lo profundo de su ser a lo más profundo del nuestro, para que nuestro ser sea transformado e introducido en el de Dios. Porque ese es nuestro destino, ser en Dios. Por eso la esperanza no defrauda, porque la esperanza cristiana no es que pasen cosas que más o menos queremos o nos gustaría que fueran. El contenido de la esperanza cristiana es estar en Dios, una comunión perfecta. A través de las dificultades, las tribulaciones, que se suceden en nuestro día a día, se va perfeccionando esa comunión, en la medida en que entramos en cooperación con el Espíritu que Cristo promete y envía. Nuestra esperanza es entrar en el fuego de la Trinidad, pero para eso el Espíritu se encarga de transformarnos también en fuego, para vivir allí, para arder de amor sin consumirnos.
La Iglesia nos enseña en el Catecismo que la liturgia es una obra de la Santísima Trinidad: en ella, el Padre es fuente y destino de toda bendición, bendición que es el Hijo, mediador y sacerdote que celebra la liturgia obteniendo para la Iglesia, que se asocia a la celebración, la gracia, el don del Espíritu Santo. Descubrir en la liturgia que celebra la humanidad la huella del auténtico celebrante es aprender a hacer de la vida una liturgia en la que Dios deja su bella firma para ser descubierto.

Sirvámonos de la celebración de la Iglesia para entrar en el misterio de la Trinidad, para que el deseo de la comunión que en ella se nos ofrece sea cada día más vivo, más ardiente en nosotros, creados para contemplar lo creado y elevarnos a la Sabiduría del Creador.
Diego Figueroa

domingo, 15 de mayo de 2016


La fuerza del Espíritu Santo.

ESCRITO POR COMENTARISTA 10 EL . POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS
Pentecostés.
Las cinco decenas. Cincuenta días… Es la irrupción poderosa de lo divino en lo humano.
Para los judíos es la fiesta de las siete semanas,  una de las más grandes de su calendario, porque conmemora la entrega de la Ley a Moisés en el Sinaí, estando el pueblo de Dios reunido al pie del monte, como lo escuchamos ayer en la lectura del Éxodo en la vigilia vespertina. Pentecostés significa después de la Pascua el día en que el judío recuerda lo unido que está Dios con su pueblo porque le ha dado el regalo de su Ley inmortal. Según las profecías, no sólo los judíos sino todos los hombres han recibido la Verdad que puede guiar sus pasos y cambiar su vida para siempre. ¡Y realmente así ha sido! ¿Quién puede negar que los mandatos del Señor no han sido orientación segura para millones de personas de todos los tiempos?
Pentecostés.
Es la fuerza del Espíritu Santo que impulsa a los apóstoles a llevar el Evangelio a los confines del mundo.
Ayer el pueblo de Israel estaba reunido al pie del monte Sinaí. Hoy los apóstoles y María, como nos recuerda san Lucas en los Hechos, están reunidos dentro de la sala del cenáculo.  Ayer. la montaña se cubrió de la nube poderosa llena de relámpagos y truenos. Hoy la presencia potente de Dios se manifiesta con un viento recio y unas llamas de fuego se posan sobre cada miembro de la naciente Iglesia de Cristo. Ayer las tablas de la Ley se escribieron con el dedo de Dios sobre la piedra. Hoy la Ley Nueva de la Gracia penetra los corazones de los discípulos…
Ya no habrá fronteras, ni límites, ni barreras sociales,… El Amor divino todo lo puede alcanzar. Desde Pentecostés ya no habrá nación, raza, o cultura  que no conozca a Jesucristo y pueda llegar a decir: “Es el Señor”.  La Luz de Cristo se ha proyectado sobre cada rincón de la tierra.
Pentecostés.
¡Dios mío qué grande eres!
Así canta hoy el Salmo y todo se puede aplicar al Espíritu Santo en su grandeza. A la tercera persona divina, le hemos conocido con sus manifestaciones sencillas de viento, paloma o llamarada. Pero es la persona-Amor. Es la fuerza de toda vida, Señor de la Vida,… donador de toda vida. Capaz de repoblar la tierra, y sus obras de gracia en el mundo son incontables: cuántas personas han vivido llenas de caridad por los demás, cuántos están haciendo heroicidades por personas que no conocen, cuántos artistas han llenado y están llenando de belleza el mundo, cuántas melodías han sido compuestas para consolar los corazones heridos, cuántas palabras de verdad y justicia se están pronunciando en estos momentos, cuántas almas están enamorándose de Cristo, cuántos jóvenes están siendo llamados a una vocación religiosa, cuántos están abrazándose para siempre en matrimonio, cuántas congregaciones, asociaciones o movimientos se han creado en la historia de la Iglesia, cuántos vuelven a la fe o encuentran el perdón para su historia, cuántos son llevados a la vida eterna por su bautismo, cuántos están recibiendo la divinidad de Cristo en la Eucaristía,…  ¡Cuántos santos han llegado ya al Cielo! ¡Cuántos milagros silenciosos se realizan en todo el Universo! ¡Es Él! ¡Es Él! El Espíritu del Padre y del Hijo. ¡Dios mío qué grande eres!


Domingo de Pentecostés – Vigilia de Pentecostés – Termina el Tiempo Pascual – 15/05/2016

ESCRITO POR WEBMASTER EL . POSTEADO EN HOY DOMINGO
Comentario Pastoral
EL ESPÍRITU QUE DESCIENDE
Hoy termina la cincuentena pascual, el espacio festivo que celebra el misterio de nuestra salvación por medio de la muerte y glorificación de Jesucristo. En este día de la Cincuentena o Pentecostés, los judíos conmemoran la entrega de la ley en el Sinaí y los cristianos celebran la entrega de la nueva ley que no está escrita en piedra, sino en el corazón: la ley del amor que es obra del Espíritu.

Hoy el Espíritu de Dios llena el universo, santifica a la Iglesia, difunde sus dones, llena los corazones del fuego del amor y mueve hacia el conocimiento pleno de la verdad. 

¿Qué significa celebrar Pentecostés? Significa tomar conciencia de nuestra ciudadanía celeste, reconocer el valor de lo espiritual sin evasiones, profundizar en la vivencia pascual, descubrir el pluralismo en la unidad y alcanzar la convergencia en la fe. Pentecostés es la fiesta del aire nuevo, del viento impetuoso que viene de arriba para barrer, purificar y oxigenar nuestras estancias contaminadas y mortecinas. Pentecostés es día de fuego, de transmisión de calorías de fe y esperanza a nuestros corazones ateridos. Pentecostés es tiempo de comunicación con palabras auténticas de amor y de perdón, que superan el frío lenguaje institucionalizado.

La Iglesia comienza a andar en Pentecostés, que es día de catolicidad y por lo tanto de expansión misionera. Por la acción santificadora del Espíritu, la Iglesia es en el mundo la anti-Babel, pues en ella las diversas lenguas encuentran su unidad en la confesión del nombre del Señor.

Para los creyentes, el Espíritu es torrente de vida abundante, fuente de energía que capacita para imitar a Jesús, manantial de alegría eterna y origen de la paz verdadera que es fruto del perdón de los pecados. El cristiano necesita la sacudida de un constante Pentecostés, para no quedarse en una quietud cobarde y en una inactividad estéril.

Pidamos que el Espíritu descienda sobre nosotros para que seamos hombres con espíritu, con aliento de vida transcendente, con empuje creador. Supliquemos a Dios que su Espíritu sea para todos maestro, abogado defensor y revelador de la Palabra. Deseemos el Espíritu que es causa de plenitud para el mundo y origen de la nueva creación.

Terminemos la oración inspirándonos en la Secuencia:

“Ven, dulce huésped del alma, descanso de nuestro esfuerzo, tregua en el duro trabajo, brisa en las horas de fuego, gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos”. Que el Espíritu Santo encienda en nuestros corazones la llama de su amor. Aleluya
Andrés Pardo

domingo, 8 de mayo de 2016

Ascensión del Señor


PRIMERA LECTURA
A la vista de ellos, fue levantado al cielo
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 1, 1-11
En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejarán de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días». Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo: – «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?». Les dijo: – «No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, y Samaria y “hasta el confín de la tierra”». Dicho esto, la la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron: – «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse. al cielo».
Palabra de Dios.
Sal 46, 2-3. 6-7 8-9
R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Pueblos todos batid palmas, aclamad a Dios con gritos de júbilo; porque el Señor altísimo es terrible, emperador de toda la tierra. R. Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas; tocad para Dios, tocad, tocad para nuestro Rey, tocad. R. Porque Dios es el rey del mundo; tocad con maestría. Dios reina sobre las naciones, Dios se sienta en su trono sagrado. R.
SEGUNDA LECTURA
Lo sentó a su derecha en el cielo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 17-23
Hermanos: El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Mientras los bendecía, iba subiendo al cielo
Conclusión del santo Evangelio según san Lucas 24, 46-53
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: – «Así está escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día y en su nombre se proclamará la conversión para el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto. Mirad, yo voy a enviar sobre vosotros la promesa de mi Padre; vosotros, por vuestra parte, quedaos en la ciudad hasta que os revistáis de la fuerza que vino de lo alto». Y los sacó hasta cerca de Betania y, levantando sus manos, los bendijo. Y mientras los bendecía, se separó de ellos, y fue llevado hacia el cielo. Ellos se postraron ante él y se volvieron a Jerusalén con gran alegría; y estaban siempre en el templo bendiciendo a Dios.
Palabra del Señor.



Domingo de la 7ª semana de Pascua – La Ascensión del Señor – 08/05/2016

ESCRITO POR WEBMASTER EL . POSTEADO EN HOY DOMINGO

de la Palabra a la Vida
El relato histórico de la Ascensión del Señor que hoy se proclama en la primera lectura, quiere, dice san Lucas, conectar su evangelio, la historia de Jesús, con este relato de Hechos, la historia del Espíritu Santo en su acción sobre la primera Iglesia. En él encontramos a Jesús dando instrucciones precisas a los suyos. Esas instrucciones hacen referencia a la ciudad de Jerusalén, pues allí debían aún permanecer en oración, y al don del Espíritu Santo, enviado sobre ellos en Pentecostés para comenzar la misión.

Así, el Espíritu será el que tome el relevo como guía de los Apóstoles del Señor, que permanecerá con ellos por la presencia del Paráclito. Lucas describe, entonces, la Ascensión misma, no de una forma triunfalista, sino anunciando, por medio de los ángeles, que el que se marchó volverá de nuevo en gloria y majestad. Los que quedan son testigos de esto, y tendrán que anunciar lo vivido junto al Señor. La ascensión, así, se vincula al misterio pascual de Cristo (muerte, resurrección y ascensión).

Ahora el Señor se sienta a la derecha del Padre, y desde allí ejerce su ministerio sacerdotal en bien de los hombres, porque, ¿qué supone la ascensión del Señor al cielo? No sube un fantasma, alguien misterioso: los apóstoles reconocen perfectamente en Él a Cristo, su Maestro, el Verbo encarnado. Ahora, en el cielo, en el seno de la Santa Trinidad, se encuentra, en su casa, una humanidad como la nuestra. Es el Verbo de Dios encarnado. El que bajó en la humildad de la carne, asciende glorificado al cielo: ¿un hombre en Dios? ¿Para siempre? Por eso dice san Pablo que necesitamos ser iluminados por Dios “para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros”. Si nuestra cabeza está en el cielo, nosotros, su cuerpo, un día estaremos allí con Él. Esa es nuestra esperanza, nuestra herencia, que Cristo nos comunica.
Porque Cristo ha establecido una comunicación eterna: El hombre está en el cielo, el Espíritu Santo viene a los hombres, y esa comunicación nos salva. Lo humano en el cielo, lo divino en la tierra… ahora podemos acercarnos aún más al misterio de la Navidad: esto es lo que buscaba Dios. ¡Qué infinita sabiduría la suya! ¡Qué gran misterio de amor! Hasta dónde bajó el Hijo de Dios para llevarnos a su casa. Hoy es, sin duda, el día de las comunicaciones celestes, pero sobre todo el de aquella que se da cada día en la liturgia, en la que, por medio de Cristo en el cielo recibimos la gracia en la tierra. ¿Asistimos a la liturgia como a ese gran misterio de la comunicación de Dios? En la liturgia de la Iglesia continúa la acción de Dios, conmemoramos su Ascensión al cielo como el momento de la “creación” de un puente, por el que Dios da su gracia a los hombres, y estos subimos hasta Dios.

Así, el Espíritu que santificó a los apóstoles para que anunciaran el evangelio por el mundo, se nos da a nosotros hoy para que también salgamos a proclamar su evangelio hasta que venga glorioso desde el cielo.
Diego Figueroa


La Ascensión de Jesús a los cielos

ESCRITO POR COMENTARISTA 9 EL . POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS
La Ascensión se produce después de que Jesús, como indica san Lucas, se ha aparecido durante cuarenta días a sus apóstoles dándoles pruebas de que está vivo. Ese período ha sido como de instrucción para que la Iglesia, a partir del testimonio de los apóstoles, viva según Cristo resucitado. Acabado el aprendizaje, por así decirlo, Jesús sube al cielo. Personalmente es una de las fiestas que más me gusta, porque indica que no hemos de buscar al Señor aquí o allí, sino que está en su Iglesia. Acabada su misión, y a punto de enviar el Espíritu Santo, regresa con su humanidad al seno de la Trinidad. Ahora Jesús puede llegar a cada hombre con la Iglesia. De esa manera se cumple lo que Benedicto XVI decía: que Jesús es contemporáneo de cada uno de nosotros. La Ascensión va vinculada a la promesa del Espíritu Santo que indica una nueva forma de estar Jesús con nosotros.
Si los apóstoles vuelven contentos a Jerusalén, como indica el final del evangelio que escuchamos hoy, es porque experimentaron en la ascensión de Jesús la victoria definitiva y el modo como iba a permanecer para siempre con ellos. La verdad es que es muy bello contemplar esta verdad. Hay muchísimas cosas que nos la recuerdan, como los campanarios de las iglesias. Cuando uno se encuentra ante ellos instintivamente mira a lo alto. Jesús ha subido, pero nos llama a a la iglesia.
San Pablo, en la segunda lectura indica la nueva realidad que está en germen. Por eso dice: “Y todo lo puso bajo sus pies y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos”. Son palabras muy consoladoras. Cierto que Jesús sube al cielo. Eso es un hecho que no puede negarse y que forma parte de la fe de la Iglesia. Esta verdad es predicada desde el principio. Era algo que sucedió y que fue visto por los apóstoles. Pero también es verdad que se une de una forma más plena al hombre. Antes lo había hecho por la encarnación asumiendo nuestra misma condición humana, excepto en el pecado. Ahora se une al hombre en un solo cuerpo, que es la Iglesia. Es precioso.
Jesús sube el primero y, por decirlo de alguna manera, al introducir su humanidad junto a las demás divinas personas hace como de cuña para todos nosotros. Lo seguirá María Santísima y todos los redimidos. Por eso nos exhorta san Pablo: “Ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama”. Cuando pensemos en nuestro destino definitivo hemos de mirar al que primero subió al cielo. Lo hizo abriendo un camino y completando esa obra de ingeniería espiritual que une al cielo con la tierra. Así completa su obra de pontífice, constructor de puentes. ¡Y cuál es la naturaleza de ese puente? Su propia humanidad. Bajo a la tierra y tomó la condición de esclavo, como dice san Pablo. Y con esa humanidad construyó un paso inquebrantable hacia la vida eterna. Por eso es camino, verdad y vida.
No podemos prescindir de la humanidad de Jesús, ni de su Iglesia. La solemnidad de hoy nos lo recuerda. Jesús mismo une ambos hechos al encargar a sus apóstoles la predicación del evangelio y la misión de bautizar a sus apóstoles. Fiesta grande en el cielo y también aquí en la tierra.


Comentario Pastoral
LA ASCENSIÓN COMO ENVÍO 
Desde hace algunos años la tradicional solemnidad de la Ascensión, uno de los tres jueves clásicos que brillaban más que el sol, se celebra en este séptimo domingo de pascua por exigencias de ajuste del calendario litúrgico con el civil.

La Ascensión es un misterio de plenitud, pues culmina el misterio pascual. Hoy actualizamos y celebramos en la fe el estado glorioso de Jesús de Nazaret, sentado a la derecha del Padre en el cielo.

Celebrar la Ascensión del Señor no es quedarse estáticos contemplando el azul celeste o mirando las estrellas. No es vivir con los brazos cruzados pensando en la estratosfera y soñando evasiones fuera de la realidad. No es suspirar por un cielo nuevo y una tierra nueva, creyendo que en este mundo vivimos en una ausencia que engendra tristeza.

Todos necesitamos ascender, subir y superar nuestros niveles bajos de atonía humana y espiritual. Necesitamos perspectivas de altura para ver todo con más verdad y justa proporción. Es urgente ascender en la fe, en la esperanza y en el amor. Paradójicamente, ascendemos mejor cuando descendemos más, somos ciudadanos del cielo cuando en la tierra caminamos comprometidos en las exigencias del Evangelio. Cristo ha ascendido a los cielos porque antes descendió, obediente a la voluntad del Padre, hasta la verdad del desprecio, de la condena y de la muerte.

La Ascensión es sobre todo un envío y un compromiso en la Iglesia. Con realismo cristiano hay que vivir en el mundo transcendiendo todo, bautizando siempre, predicando el Evangelio en cualquier circunstancia, bendiciendo a todos y dando testimonio de cuanto hemos visto en la fe. Si levantamos los ojos para ver a Cristo que asciende, es para saber mirar a los hombres y reconocerlos como hermanos, y a la vez acrecentar nuestro deseo del cielo.

Por eso, oramos con el Prefacio de esta solemnidad: “Jesús, el Señor, el rey de la gloria, vencedor del pecado, de la muerte, ha ascendido ante el asombro de los ángeles a lo más alto del cielo, como mediador entre Dios y los hombres , como juez de vivos y muertos. No se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha querido precedernos como cabeza nuestra para que nosotros, miembros de su Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su reino”.
Andrés Pardo


domingo, 10 de abril de 2016

Lectura del santo Evangelio según san Juan 21, 1-14
En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberiades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo; Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice: – «Me voy a pescar». Ellos contestan: – «Vamos también nosotros contigo». Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice: – «Muchachos, ¿tenéis pescado?». Ellos contestaron: – «No». Él les dice: – «Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. » La echaron, y no podían sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús amaba le dice a Pedro: – «Es el Señor». Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos doscientos codos, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice: – «Traed de los peces que acabáis de coger». Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice: – «Vamos, almorzad». Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.

http://oracionyliturgia.archimadrid.org/category/comentario-a-las-lecturas/

VIVIR, CONOCER, AMAR Y SEGUIR.

ESCRITO POR COMENTARISTA 1 EL . POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS

¡Qué importante es estar donde tienes que estar!. No me refiero a los que se cuelan en recepciones, fiestas o eventos para estar cerca de los famosetes y hacerse un “selfie” con ellos o conseguir un autógrafo. Me refiero a estar en tu sitio, haciendo lo que tienes que hacer. Si uno no está en su sitio no está donde Dios quiere y entonces se pierde lo mejor de la vida.
“Junto al lago de Tiberiades.” Los apóstoles vuelven a su casa, a su sitio. Así se lo había dicho el Señor : “Que vayan a galilea y allí me verán.” Podían haber pensado que era mejor estar en Jerusalén, o ponerse camino a Roma o a Vitigudinos (provincia de Salamanca), pero van a vivir donde era su sitio, donde el Señor les había dicho. Y hacen lo que saben hacer, no se quedan de brazos cruzados o comentando la jugada, se van a pescar, a ejercer su profesión. Haciendo lo que tenían que hacer se aparece el Señor y la vida y el trabajo que parecía en balde cobra sentido, aunque sólo el que más ama es capaz de reconocerlo y lo anuncia: “Es el Señor.” Pedro se fía de aquel que se lo anuncia y va a su encuentro. Entonces se produce el encuentro personal con el Señor: “Simón, hijo de Juan, ¿me amas?” y sólo cabe una respuesta: “Tu lo sabes todo, tu sabes que te amo.” Y llega la llamada definitiva: “Sígueme” y obedeciendo a Dios antes que a los hombres hasta la cruz.
Miremos nuestra vida. En ocasiones no nos encontramos con Dios porque no estamos donde tenemos que estar: Vamos a Misa y estamos pensando en lo que tenemos que hacer por la tarde, salimos de paseo y estamos mirando la agenda para mañana, estamos en el trabajo y nos gustaría estar rezando en un monasterio, vamos a un monasterio y no sabemos no mirar el correo del trabajo…. Nunca tenemos el cuerpo, la cabeza y el corazón en el mismo sitio y así cuesta encontrar al Señor. Otras veces nos pasa que sabemos cosas del Señor, pero no le queremos. Parece duro decirlo, pero no queremos a Dios como queremos a nuestra mujer o nuestro marido, a nuestros padres o a la novia, o a los hermanos o a los amigos. Conocemos a Dios pero no nos sabemos queridos por Él y no le reconocemos. Podemos tener a Dios delante y no darnos cuenta, a nuestro lado y no saber dónde está. Cuánta gente sufre porque espera de Dios cosas y no que le quiera. Y cuando ya descubrimos a Dios surge el encuentro personal con Cristo. Donde te das cuenta que Dios está contigo y te llama. No tenemos un Dios “pret-a-porter”, todos iguales, cada uno tenemos nuestra misión y nuestra vocación para transformar el mundo en que vivimos.
Ojalá, de la mano de María en esta Pascua podamos tener la misma experiencia que Simón Pedro, Tomás, Natalanael, Los Zebedeos y todos los que han sido discípulos de Jesús a lo largo de toda la historia.
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domingo, 27 de marzo de 2016

Domingo de resurrección

EL PRIMER DOMINGO DEL AÑO
Hoy se estrena el «aleluya», hoy renace la luz, hoy es nueva la llama del cirio. La tumba está vacía, los ángeles luminosos se aparecen, las mujeres se turban, Magdalena de pronto ve al Maestro, los discípulos se conmueven, dos apóstoles corren hacia el sepulcro, otros dos se marchan tristes camino de Emaús. ¿Qué ha pasado? Cristo ha resucitado, ha vencido a la muerte, ha triunfado sobre el pecado. Pascua es la fiesta de la alegría en nuestra certeza final de la Resurrección.

Hoy es el primer y principal domingo del año litúrgico, con dos celebraciones singulares que se complementan: la vigilia pascual de la noche y la misa del día. La liturgia no se cansa de repetir el mismo estribillo: «Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo. Así pues, celebramos la Pascua. Aleluya». El entusiasmo de la Iglesia se expresa en la bendición de este domingo: «Éste es el día en que actuó el Señor». Después de las tinieblas de la Semana Santa se ha levantado para siempre el sol de la Resurrección. Por eso los creyentes en Jesús cantan el cántico nuevo, el himno de la liberación definitiva, el aleluya sin fin. Hoy celebramos al Cristo de la gloria, al Resucitado, al Primogénito de entre los muertos, que es prenda de nuestra resurrección futura.

Este Domingo de Resurrección es tan grande que la Iglesia convierte casi en domingo los ocho días que le siguen, celebrando la octava de Pascua. Parece como si la Iglesia no quisiera acabar este gran domingo, fiesta de las fiestas y solemnidad de las solemnidades. Su grandeza es tal que toda la comunidad cristiana se siente hechizada con un mismo sentimiento de júbilo. Esta octava está consagrada, ante todo, a la toma de conciencia del hecho mismo de la Resurrección de Cristo y al recuerdo del Bautismo.

Conforme a una antiquísima tradición, común a la mayoría de las Iglesias, se leen los Hechos de los Apóstoles durante estos ocho días y a lo largo del tiempo pascual que culmina en Pentecostés. Este libro es una especie de continuación del Evangelio según San Lucas. Dicho evangelista describe en este tomo segundo de su obra el nacimiento y desarrollo de la Iglesia, de la misma forma que en el Evangelio describió el nacimiento y ministerio de su fundador. Muestra la vida y expansión de la Iglesia bajo el influjo del Resucitado y del Espíritu Santo, que fue enviado por Jesús ya desde sus comienzos. A lo largo de esta octava se leen también los textos evangélicos que narran las apariciones de Jesús, textos que renuevan el júbilo de la Pascua.
Andrés Pardo

domingo, 20 de marzo de 2016


COMIENZA LA SEMANA SANTA
Con el domingo de Ramos comienza la Semana Santa, el período más intenso y significativo de todo el año litúrgico. En ella se celebra el acontecimiento siempre actual, sacramentalmente presente y eficaz, de la pasión, muerte y resurrección del Señor. La Semana Santa, que culmina con el festivo “Aleluya” de Pascua. se abre con el episodio de la entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén. Agitando palmas y ramos de olivo se revive en la procesión el triunfo de Cristo. Pero estas aclamaciones de alegría durarán poco tiempo, pues enseguida resonarán las notas dolorosas de la pasión de Jesús y los gritos hostiles contra él, que a pesar de ser inocente, fué condenado a la muerte de cruz. Muchos de los que hoy gritan “hosanna” el viernes gritarán “crucifícalo”.

Hoy comienzan de nuevo los días de la Pasión con los mismos papeles y actores que en el año 33: los espectadores indiferentes, los que se lavan las manos siempre, los cobardes que afirman no conocer a Cristo, los verdugos con sus látigos y reglamentos, y la misma víctima dolorida, infinitamente paciente y llena de amor, que dirige a todos su mirada de interrogación, de ternura, de espera. Y si siguen distribuyendo los papeles para que empiece el drama. ¿Quién interpreta a Simón de Cirene? ¿Quién quiere ser Judas? ¿Quién va a hacer de Verónica?

La Pasión no basta con leerla en el texto evangélico; hay que meditarla, asimilarla, encarnarla en la propia vida pudiendo ser el actor que queramos. El relato de la pasión nos hará ver al vivo los signos del sufrimiento de Cristo, que es traicionado, encarnecido, cubierto de esputos, flagelado y crucificado. Su ejemplo altísimo de docilidad a Dios y de cumplimiento de la voluntad divina es la más esclarecedora expresión y el gesto más profundo y auténtico de amor, que llega hasta derramar la última gota de sangre para salvar a todos.

El Domingo de Ramos es pórtico monumental de los misterios de la Pascua, día de luz y de sombras, en que los gritos del “hosanna” se mezclan con los clamores de la Pasión. Es acto solemne de unión con el Mesías-Salvador para acompañarlo en la vía dolorosa que terminará con el triunfo de la Pascua y el anuncio de la victoria de la luz sobre las tinieblas. Por eso el centro de la celebración lo ocupa la Pasión del Señor, leída cada año según un evangelista sinóptico, con sus peculiaridades catequéticas y acentos propios, para preparar la proclamación de la pasión según San Juan, el relato de más fuerte colorido pascual, que la liturgia reserva para el Viernes Santo. La pasión del Señor es el gran tema que la Iglesia medita a lo largo de todo el domingo.
Andrés Pardo

domingo, 28 de febrero de 2016

Aquí podréis leer las LECTURAS de MISA hoy en la archidiócesis de Madrid





Volver a empezar.

ESCRITO POR COMENTARISTA 10 EL . POSTEADO EN COMENTARIO A LAS LECTURAS

Dice hoy San Pablo que vivimos en la “última de las edades”. Significa ante todo que estamos en la era histórica después de la venida de Dios en la carne humana. De eso hace ya, algo más de 2000 años.  Pero, igualmente, es un momento importantísimo el que estamos viviendo. A nivel social es algo incuestionable. Es urgente la recuperación de un sentido auténtico de la vida, alejado de los vaivenes de las modas y las ideologías.  Y la indignación no sólo surge de las corruptelas, de las desigualdades económicas, o de la falta de los bienes y recursos necesarios para todos, etc. ; sino más profundamente de la impotencia por sentir que continuamente se nos escapa esa promesa de felicidad innata en cada uno. ¿Qué nos pasa?
Hoy Cristo en el evangelio  -también san Pablo en su epístola- insiste en que todos estamos hechos del mismo barro. Nadie está vacunado frente a la tentación del individualismo, la falta de generosidad o el sinsentido. Ni siquiera los discípulos de Cristo. Y así nos lo hace saber. “¿Pensáis que esos eran más culpables que os demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no, y si no os convertís, todos pereceréis de la misma manera.”
Todos, todos necesitamos convertirnos. Aunque muchas veces pensemos que unos lo necesitan más que otros. Pues la Palabra de Dios se ha revelado no sólo para los no creyentes, sino también para los más fieles. Da igual la edad, sexo, cultura, religión, contexto socio-político o lugar geográfico: Jesucristo pide la conversión, en definitiva, encontrarse con Él, volver a Él.  Convertirse no es sólo un cambio de mentalidad o de actitud, es ante todo, vivir en la Verdad -“el que es de la verdad escucha mi voz (Jn 18,37)”.
Moisés y San Pablo tuvieron que aprender a vivir en la Verdad.
Moisés aprendió que la Verdad siempre te llama por tu nombre, porque aunque haya personas que engañen nadie quiere ser engañado.  Moisés aprendió a descalzarse delante de la Verdad, porque a Dios nada se le puede ocultar y no se puede manipular. Moisés aprendió que Dios en la vida de las personas es una llama inextinguible, que quema todo lo que ha de caer pero deja en pie lo auténtico. Moisés aprendió a ver a Dios, no como su Dios, sino como el Dios de todo y de todos (de sus padres, de su pueblo, de los egipcios…) Y aprendió la lección más importante: que Dios no era la invención del corazón humano como la proyección psicológica de una respuesta ante la muerte o los dolores de la vida. Dios era el que estuvo antes que cualquier hombre o mujer de esta tierra y el que estará cuando todo haya desaparecido.  Vivir en la Verdad es vivir sabiendo que Dios “es el que realmente Es”: existe a nuestro lado y está actuando en la realidad. Llora en la guerras, se alegra entre los que se aman, pasa hambre en el necesitado, se enternece con los arrepentidos, le duele la traición del pecado, disfruta de la belleza, goza con la bondad… Y en lo profundo, ocurre, que cuando uno peca, es como si pensara de algún modo que en ese momento Dios no está. Pecar es como una pérdida instantánea de la fe.
Pablo, tan seguro de sí mismo, como un joven arrogante, alardeando de su formación exquisita tanto griega como judía, con trabajo fijo y con fama entre todos,…se sintió seguro de sí mismo. Tan seguro que empezó a negar la Verdad de Cristo, para creer que no había otra verdad que la que cada uno se construye,  y a odiar a aquellos que le denunciaban su engaño. Pero al final cayó estrepitosamente del caballo. Por eso, lo último que escribe hoy en su carta habla sobre todo de su experiencia personal: ” Por lo tanto, -dice- el que se cree seguro, ¡cuidado!, no caiga”. Si niegas que exista un Amor verdadero y no te alimentas de él, vivirás de tus amores, pero poco a poco verás como se van consumiendo.
Vivir en la Verdad. Deja atrás tus pequeñas o grandes mentiras, tus incongruencias y falsedades,  o esos dichosos autoengaños. ¿Te resulta imposible? Para Dios no. Él busca tu salvación a costa de todo, hasta el día en que tengas que partir. Su paciencia es tu salvación. Volverá a cavar y a echar lo necesario para que des fruto. La cuestión es… ¿le dejarás hacerlo?