domingo, 30 de abril de 2017

30/04/2017 – Domingo de la 3ª Semana de Pascua

ESCRITO POR EL . POSTEADO EN LECTURAS DE MISA
PRIMERA LECTURA
No era posible que la muerte lo retuviera bajo su dominio
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33
El día de Pentecostés, Pedro, poniéndose en pie junto a los Once, levantó su voz y con toda solemnidad declaró:
«Judíos y vecinos todos de Jerusalén, enteraos bien y escuchad atentamente mis palabras.
A Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con los milagros, prodigios y signos que Dios realizó por medio de él, como vosotros mismos sabéis, a este, entregado conforme el plan que Dios tenía establecido y previsto, lo matasteis, clavándolo a un cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó, librándolo de los dolores de la muerte, por cuanto no era posible que esta lo retuviera bajo su dominio, pues David dice, refiriéndose a él:
“Veía siempre al Señor delante de mi, pues está a mi derecha para que no vacile.
Por eso se me alegró el corazón, exultó mi lengua, y hasta mi carne descansará esperanzada.
Porque no me abandonarás en el lugar de los muertos, ni dejarás que tu Santo experimente corrupción.
Me has enseñado senderos de vida, me saciarás de gozo con tu rostro”.
Hermanos, permitidme hablaros con franqueza: el patriarca David murió y lo enterraron, y su sepulcro está entre nosotros hasta el día de hoy. Pero como era profeta y sabia que Dios “le había jurado con juramento sentar en su trono a un descendiente suyo”, previéndolo, habló de la resurrección del Mesías cuando dijo que “no lo abandonará en el lugar de los muertos” y que “su carne no experimentará corrupción”. A este Jesús lo resucitó Dios, de lo cual todos nosotros somos testigos.
Exaltado, pues, por la diestra de Dios y habiendo recibido del Padre la promesa del Espíritu Santo, lo ha derramado. Esto es lo que estáis viendo y oyendo».
Palabra de Dios.
Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11 
R. Señor, me enseñarás el sendero de la vida.
Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.
Yo digo al Señor:’«Tú eres mi Dios».
El Señor es el lote de mi heredad y mi copa;
mi suerte está en tu mano. R.
Bendeciré al Señor, que me aconseja,
hasta de noche me instruye internamente.
Tengo siempre presente al Señor,
con él a mi derecha no vacilaré. R.
Por eso se me alegra el corazón,
se gozan mis entrañas,
y mi carne descansa esperanzada.
Porque no me abandonarás en la región de los muertos,
ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción. R.
Me enseñarás el sendero de la vida,
me saciarás de gozo en tu presencia,
de alegría perpetua a tu derecha. R.
SEGUNDA LECTURA
Fuisteis liberados con una sangre preciosa, como la de un el cordero sin mancha, Cristo
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 17 – 21
Queridos hermanos:
Puesto que podéis llamar Padre al que juzga imparcialmente según las obras, de cada uno, comportaos con temor durante el tiempo de vuestra peregrinación, pues ya sabéis que fuisteis liberados de vuestra conducta inútil, heredada de vuestros padres, pero no con salgo corruptible con oro o plata, sino con una sangre preciosa, como la de un cordero sin defecto y sin mancha, Cristo, previsto ya antes de la creación del mundo y manifestado en los últimos tiempos por vosotros, que, por medio de él, creéis en Dios, que lo resucitó de entre los muertos y le dio gloria, de manera que vuestra fe y vuestra esperanza estén puestas en Dios.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Lo reconocieron al partir el pan
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 24, 13-35
Aquel mismo día (el primero de la semana), dos de los discípulos de Jesús iban caminando a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén nos sesenta estadios; iban conversando entre ellos de todo lo que había sucedido. Mientras conversaban y discutían, Jesús en persona se acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo.
Él les dijo:
«¿Qué conversación es esa que traéis mientras vais de camino?».
Ellos se detuvieron con aire entristecido. Y uno de ellos, que se llamaba Cleofás, le respondió:
«¿Eres tú el único forastero en Jerusalén, que no sabes lo que ha pasado allí estos días?».
Él les dijo:
«¿Qué?».
Ellos le contestaron:
«Lo de Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y palabras, ante Dios y ante todo el pueblo; cómo lo entregaron los sumos sacerdotes y nuestros jefes para que lo condenaran a muerte, y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él iba a liberar a Israel, pero, con todo esto, ya estamos en el tercer día desde que esto sucedió. Es verdad que algunas mujeres de nuestro grupo nos han sobresaltado: pues habiendo ido muy de mañana al sepulcro, y no habiendo encontrado su cuerpo, vinieron diciendo que incluso habían visto una aparición de ángeles, que dicen que está vivo. Algunos de los nuestros fueron también al sepulcro y lo encontraron como habían dicho las mujeres; pero a él no lo vieron».
Entonces él les dijo:
«¡Qué necios y torpes sois para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías padeciera esto y entrara así en su gloria?».
Y, comenzando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, les explicó lo que se refería a él en todas las Escrituras.
Llegaron cerca de la aldea adonde iban y él simuló que iba a seguir caminando; pero ellos lo apremiaron, diciendo:
«Quédate con nosotros, porque atardece y el día va de caída».
Y entró para quedarse con ellos. Sentado a la mesa con ellos, tomó el pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo iba dando. A ellos se les abrieron los ojos y lo reconocieron. Pero él desapareció de su vista.

Y se dijeron el uno al otro:
«¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba por el camino y nos explicaba las Escrituras?».
Y, levantándose en aquel momento, se volvieron a Jerusalén, donde encontraron reunidos a los Once con sus compañeros, que estaban diciendo:
«Era verdad, ha resucitado el Señor y se ha aparecido a Simón»
Y ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.
Palabra del Señor.
Comentario Pastoral
RECONOCER A CRISTO EN LA ALEGRÍA DE LA FE
E1 evangelista San Lucas habla de dos discípulos de Emaús, comentarista solitario de los hechos acaecidos en Jerusalén. Pero cuántos discípulos de Emaús han existido a lo largo de la historia: los caminantes en soledad por las múltiples calzadas de la vida, los pensadores aislados que rumían ilusiones perdidas. Los pesimistas miopes ante los acontecimientos que configuran el misterio de la existencia. Los discípulos de Emaús, de quienes habla el evangelio de este tercer domingo de Pascua, están tristes porque creían muerto a Cristo; muchos cristianos de hoy están tristes a pesar de creerlo vivo y haber proclamado su resurrección en la Noche Santa.

Es un misterio que Dios camine al lado del hombre, sin darse a conocer de entrada. No deja de ser sorprendente que Cristo esté cerca de cada uno en el mismo momento en que se deplora su ausencia. Jesús va de camino con todos.

La tristeza y el pesimismo se esgrime como razón evidente y natural ante las dificultades de la vida y ante los forasteros que se acercan para plantear cuestiones como si viviesen en la utopía o en la luna. Y se manifiestan argumentos que no convencen: “algunas mujeres vinieron diciendo… algunos de los nuestros fueron también al sepulcro… pero a él no le vieron”

Es verdad que el creyente necesita la explicación de las Escrituras para poder creer lo anunciado, es decir, ver la historia del pasado cumplida en el presente. Cuando se recibe limpiamente la iluminación de la Palabra de Dios se supera la radical necedad y torpeza humana.

La conversación del camino a Emaús se concluye con una invitación a compartir la mesa del atardecer. El compañero todavía desconocido, que había impresionado a los dos discípulos por la autoridad y conocimiento con que hablaba de las Escrituras, bendijo, partió y dio el pan. La Palabra se hizo comida, sacramento, y el amigo hasta entonces visible se hace invisible desde este momento. Los que habían visto sin conocer, ahora conocen sin ver. No son los ojos de la cara, sino los de la fe los que permiten ver resucitado a Cristo.

Se levantaron y desandaron el camino para ir al encuentro de los demás y comunicarles que habían reconocido a Jesús en el gozo de la fracción del pan. Solamente desde la experiencia pascual se puede entender la Palabra que se cumple en la Eucaristía.
Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 2, 14. 22-33Sal 15, 1-2 y 5. 7-8. 9-10. 11
San Pedro 1, 17 – 21San Lucas 24, 13-35
de la Palabra a la Vida
No se puede dar testimonio de la resurrección de Jesucristo sin la Sagrada Escritura, pues es esta la que da el primer testimonio de la resurrección de Jesucristo. La Iglesia, que sabe esto bien, ha dedicado cuarenta días intensos a orar con la Palabra de Dios. Nos ha alimentado durante la Cuaresma con el pan de la Palabra de Dios, para que ahora en la Pascua, sucedido el misterio de gloria, valoremos lo que hemos recibido y, con certeza, lo vivamos en la alegría correspondiente. 
Lo que Cristo enseña a los discípulos de Emaús mientras van de camino es esto: que no se puede entender lo que Cristo ha hecho, lo que Cristo es, sin llevar en lo profundo del corazón la Palabra de Dios.

El camino que aquellos dos discípulos realizaban lo hacemos tan a menudo nosotros en la vida, ese camino que, ante lo que nos ha superado, ante lo que no ha salido según nuestra expectativa, no se aferra a la Palabra de Dios sino al lamento, a la decepción… Pero Cristo se manifiesta ante ellos como se ha manifestado a lo largo de toda la historia: Él es el que nos acompaña. Pacientemente nos acompaña. Su compañía puede parecernos unas veces más activa que otras, más clara que otras, pero es indudable. Sólo requiere que no nos dejemos llevar por lo aparente, por lo sensible, por lo inmediato, para que seamos capaces de descubrir su presencia permanente escuchándonos, animándonos, explicándonos. De hecho el que nos ha acompañado en su Palabra, nos acompaña ahora para hacer que la entendamos.

El apóstol Pedro es el exponente claro de esto mismo. Pedro ha aprendido lo que Cristo ha hecho con los dos de Emaús, lo que tantas veces hizo con los Doce. Pedro ha aprendido que Cristo explica las Escrituras de una forma muy peculiar: haciéndoles ver que estas hablan de Él y de su Pascua. Solamente con esa forma de fe pueden interpretarse los libros escritos con fe, y así hace Pedro en la primera lectura, cuando toma el Salmo 15 y lo interpreta como referido a la Pascua del Señor. No era de David de quien hablaba, que murió y no resucitó, sino que hablaba de Cristo. Igualmente, en la segunda lectura, cuando toma toda la tradición del cordero pascual y del profeta Isaías para explicar que Jesús, en la cruz, ha cumplido plenamente lo que anunciaban los corderos. Así, Cristo ha acompañado a su pueblo por la Palabra. En verdad, en el relato de los dos de Emaús, se nos estaba anunciando cómo aprender a leer la Escritura, cómo estamos de necesitados de, en tantas ocasiones, no dejarnos vencer por el desánimo o la falta de fuerzas, sino confiar en la Palabra que se nos ha dado como alimento. La Iglesia nos sigue dando esa Palabra cada día, nos pone en ese camino para que no nos dejemos ahogar por nuestras decepciones, sino que seamos capaces de descubrir a Cristo que nos acompaña.

La Iglesia ha aprendido como Pedro, y sólo espera de nosotros esa actitud de querer escuchar, de querer acoger, de querer cambiar y de querer contar, tal y como hicieron los de Emaús. El resucitado nos acompaña, con su Palabra y con su Sangre, como nos dice hoy la Liturgia de la Palabra, pero la cuestión ha de ser cómo afrontamos nosotros la decepción. Si nosotros aceptamos salir de nuestras cosas a la voz de la Palabra de Dios. Porque, si no lo hacemos, siempre pensaremos que estamos solos, que no nos queda esperanza, que sálvese quien pueda. Pero si aceptamos escuchar la Buena Noticia… entonces todo tiene color, aunque para que así sea yo tenga que vencer mis propias resistencias.
Diego Figueroa

domingo, 23 de abril de 2017

23/04/2017 – Domingo de la 2ª Semana de Pascua

ESCRITO POR EL . POSTEADO EN LECTURAS DE MISA
PRIMERA LECTURA
Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 2, 42-47
Los hermanos perseveraban en la enseñanza de los apóstoles, en la comunión, en la fracción del pan y en las oraciones.
Todo el mundo estaba impresionado, y los apóstoles hacían muchos prodigios y signos. Los creyentes vivían todos unidos y tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y los repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.
Con perseverancia acudían a diario al templo con un mismo espíritu, partían el pan en las casas y tomaban el alimento con alegría y sencillez de corazón; alababan a Dios y eran bien vistos de todo el pueblo; y día tras día el Señor iba agregando a los que se iban salvando.
Palabra de Dios.
Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24 
R. Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia.
Diga la casa de Aarón:
eterna es su misericordia.
Digan los fieles del Señor:
eterna es su misericordia. R.
Empujaban y empujaban para derribarme,
pero el Señor me ayudó;
el Señor es mi fuerza y mi energía,
él es mi salvación.
Escuchad: hay cantos de victoria
en las tiendas de los justos. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho
ha sido un milagro patente.
Este es el día que hizo el Señor:
sea nuestra alegría y nuestro gozo. R.
SEGUNDA LECTURA
Mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva
Lectura de la primera carta del apóstol san Pedro 1, 3-9
Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que, por su gran misericordia, mediante la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha regenerado para una esperanza viva; para una herencia incorruptible, intachable e inmarcesible, reservada en el cielo a vosotros, que, mediante la fe, estáis protegidos con la fuerza de Dios; para una salvación dispuesta a revelarse en el momento final.
Por ellos alegráis, aunque ahora sea preciso padecer un poco en pruebas diversas; así la autenticidad de vuestra fe, más preciosa que el oro, que, aunque perecederos, se aquilata a fuego. merecerá premio, gloria y honor en la revelación de Jesucristo; sin haberlo visto lo amáis y, sin contemplarlo todavía, creéis en él y así os alegráis con un gozo inefable y radiante, alcanzando así la meta de vuestra fe : la salvación de vuestras almas.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
A los ocho días, llegó Jesús
Lectura del santo Evangelio según san Juan 20, 19-31
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
«Paz a vosotros».
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió:
«Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo».
Y, dicho esto, sopló sobre ellos y les dijo:
«Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos».
Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían:
«Hemos visto al Señor».
Pero él les contestó:
«Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo».
A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo:
«Paz a vosotros».
Luego dijo a Tomás:
«Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente».
Contestó Tomás:
«¡Señor mío y Dios mío!».
Jesús le dijo:
«¿Porque me has visto has creído? Bienaventurados los que crean sin haber visto».
Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Estos han sido escritos para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Palabra del Señor.





Comentario Pastoral
¿HAY QUE CREER SOLO EN LO QUE SE TOCA?
En este domingo que clausura la octava de Pascua, volvemos los ojos al apóstol Tomás, el escéptico, el incrédulo, el terco, el modelo de los realistas, de todos los pesimistas, de los que desconfían cuando las cosas salen bien. Santo Tomás es, como muchos hombres modernos, un existencialista que no cree más que en lo que toca, porque no quiere vivir de ilusiones; un pesimista audaz que no duda en enfrentarse con el mal, pero que no se atreve a creer en la dicha. Para él, y para otros muchos, lo peor es siempre lo más seguro.

Pienso que lo que más conmueve, lo que hacen tan fraternal al apóstol Santo Tomás en su violenta resistencia. Porque ha sufrido más que nadie en la pasión del Maestro, no quiere arriesgarse a esperar. Le pasó lo que le ocurre al hombre moderno: el que no tiene ilusión en la vida, es un iluso lleno de ilusiones. En este tiempo en que vivimos en que se cree tan poco, en el que abundan tantos ateos y agnósticos, es cuando más se sufre por la falta de fe. Quizá sufrir por no creer es una forma discreta, humilde, trágica, desgarradora, leal, de empezar a creer.

El apóstol Tomás puso unas condiciones muy exigentes para creer en la resurrección: “si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo”. Jesús acepta estas exigencias con tierna docilidad: ‘Tomás, mete tu dedo … mete tu mano … no seas incrédulo, sino creyente”. Y Tomás se sintió completamente conmovido, porque nunca se había imaginado que Cristo atendiese un deseo tan difícil y absurdo. El peor castigo que se puede dar a quien no quiere creer es concederlo aquello que se pone como condición indispensable para llegar a la fe.

El “credo” de Santo Tomás es tan breve como sincero y espontáneo: “Señor mío y Dios mío”. Oración tan viva sólo puede pronunciarse de rodillas, con emoción. Los creyentes de todos los siglos siempre le han agradecido este hermoso y deslumbrante acto de fe.

Y conviene sacar conclusiones. Es preciso no ser tan testarudos y admitir el testimonio fraterno; es conveniente no exigir pruebas, no sea que nos veamos obligados a pasar por los agujeros de los clavos y la lanza, para después encontrarnos con Cristo resucitado. La Fe es una conquista, una iluminación, una experiencia nueva, una declaración gozosa, un anuncio pascual: “Hemos visto al Señor”.
Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 2, 42-47Sal 117, 2-4. 13-15. 22-24
san Pedro 1, 3-9san Juan 20, 19-31
de la Palabra a la vida
Los tres ciclos dominicales mantienen como evangelio del segundo domingo de Pascua el relato de la aparición del Señor a Tomás y a los otros once para llamarlos a la fe. ¡Qué importante sería, para aquellos que habían recibido la fe en el bautismo la noche de Pascua volver a la iglesia el siguiente domingo y escuchar de labios del Señor: “Dichosos los que crean sin haber visto”! Sin duda, ellos mismos se reconocerían en aquellas palabras y podrían recibir la alegría del Resucitado, el sello a su fe recién nacida.

La confirmación de su fe, por tanto, la concede la Iglesia: al participar de los sacramentos, el creyente se da cuenta de que la Iglesia le está acogiendo y ofreciendo su propia fe. El pasaje evangélico de hoy no es, entonces, la anécdota acerca de cuándo creyó Tomás, sino de cómo la fe de Tomás es, ciertamente, la fe que la comunidad ya tiene, que ha recibido antes al ver al Señor. La fe personal se descubre en toda su amplitud solamente cuando se la reconoce como parte de una fe mayor que es la fe de la Iglesia, que la misma comunidad ha dado, ha ofrecido misteriosamente al que la recibe.

De ahí que la vivencia de la alegría pascual tenga su marco precioso en la primera lectura, tomada del libro de los Hechos de los apóstoles. Cuatro elementos manifiestan la unidad del creyente con la comunidad que Jesús ha comenzado. En esos cuatro elementos se verifica el vínculo del creyente con la comunidad que cree lo mismo, y en ellos se fortalece: “Los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones”. La unidad que Jesús pide al Padre en Jn 17 se manifiesta en estos cuatro signos en los que la comunidad está unida al Cristo que la ha fundado. La escucha de la palabra de los apóstoles es esencial porque ellos han sido, como relata el evangelio, los testigos de la resurrección. Por eso, en la escucha de la palabra el cristiano no se entretiene, no está en otras cosas: la Escritura da testimonio de la resurrección de Cristo, y aquellos que tenían tan cercano el acontecimiento pascual fundante, nos dan un ejemplo inmenso a nosotros, que lo necesitamos recordar sin aquellos que lo vieron.

Esa experiencia pascual es el fundamento de la vida en común. Así de claro lo dice Hechos, pero a la vez así de duro: los cristianos no están unidos con los que se llevan bien, con lo que se caen simpáticos o los que piensan en todo como yo. Lo que nos une es una misma fe pascual. Y el darse a otros, el compartir, el animar, el poner lo que uno tiene en común es, entonces, consecuencia, de la experiencia de la resurrección de Cristo, que comparte su vida eterna con nosotros. Por eso, tan concreta como es la fe en la resurrección del Señor, lo debe ser la comunión de bienes, materiales e inmateriales. Esa comunión lo es del pan “único y partido”. En ese gesto de partir el pan, la Iglesia ha visto la eucaristía. Esa fracción fortalece la comunión de los miembros. Por eso, el II domingo de Pascua es una invitación que la Iglesia nos hace contemplar la comunidad que ha nacido del misterio pascual, de la muerte y resurrección de Cristo. No es un grupo como otros, pues contiene en sí la vida del Resucitado, que no es uno como otros.

¿Cómo es mi experiencia de Iglesia? ¿Me reconozco en la comunión de esos cuatro elementos? ¿Pongo mi fe personal a la luz de la fe eclesial, para que la ilumine y fortalezca? ¿Valoro la palabra de los testigos de la resurrección, los sucesores de los apóstoles, como para dejar que esa fe eduque la mía? Si no somos capaces de encontrarnos en esos cuatro aspectos, o si no ponemos nuestra fe a la luz del Magisterio de los obispos, corremos el riesgo -grande, muy grande- de correr en vano por el camino del Señor y su unidad.
Diego Figueroa

al ritmo de las celebraciones 

De la oración litúrgica a la oración personal:
El prefacio de la fiesta de san Isidoro de Sevilla (26 de abril)
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque nos concedes la alegría
de celebrar hoy
la fiesta de san Isidoro,
y fortaleces a tu Iglesia
con el ejemplo de su vida,
la abundancia de su doctrina
y la luz de su saber:
de este modo
la instruyes con su palabra
y la proteges con su intercesión.
Por eso,
nos asociamos al júbilo de los coros celestiales
y, llenos de su misma alegría,
proclamamos tu gloria, diciendo:
Santo, Santo, Santo…

domingo, 16 de abril de 2017


16/04/2017 – Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor: Misa del día

ESCRITO POR EL . POSTEADO EN LECTURAS DE MISA

PRIMERA LECTURA
Hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43
En aquellos días, Pedro tomó la palabra y dijo:
«Vosotros conocéis lo que sucedió en toda Judea, comenzando por Galilea, después del bautismo que predicó Juan. Me refiero a Jesús de Nazaret, ungido por Dios con la fuerza del Espíritu Santo, que pasó haciendo el bien y curando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él.
Nosotros somos testigos de todo lo que hizo en la tierra de los judíos y en Jerusalén. A este lo mataron, colgándolo de un madero. Pero Dios lo resucitó al tercer día y le concedió la gracia de manifestarse, no a todo el pueblo, sino a los testigos designados por Dios: a nosotros, que hemos comido y bebido con él después de su resurrección de entre los muertos.
Nos encargó predicar al pueblo, dando solemne testimonio de que Dios lo ha constituido juez de vivos y muertos. De él dan testimonio todos los profetas: que todos los que creen en él reciben, por su nombre, el perdón de los pecados».
Palabra de Dios.
Sal 117, 1-2. l6ab-17. 22-23
R. Este es el día que hizo el Señor: sea nuestra alegría y nuestro gozo.
Dad gracias al Señor porque es bueno,
porque es eterna su misericordia.
Diga la casa de Israel:
eterna es su misericordia. R.
La diestra del Señor es poderosa,
la diestra del Señor es excelsa.
No he de morir, viviré
para contar las hazañas del Señor. R.
La piedra que desecharon los arquitectos
es ahora la piedra angular.
Es el Señor quien lo ha hecho,
ha sido un milagro patente. R.
SEGUNDA LECTURA
Buscad los bienes de allá arriba, donde está Cristo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 3, 1-4
Hermanos:
Si habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba, donde Cristo está sentado a la derecha de Dios; aspirad a los bienes de arriba, no a los de la tierra.
Porque habéis muerto; y vuestra vida está con Cristo escondida en Dios. Cuando aparezca Cristo, vida nuestra, entonces también vosotros apareceréis gloriosos, juntamente con él.
SECUENCIA
Ofrezcan los cristianos
ofrendas de alabanza
a gloria de la Víctima
propicia de la Pascua.
Cordero sin pecado
que a las ovejas salva,
a Dios y a los culpables
unió con nueva alianza.
Lucharon vida y muerte
en singular batalla,
y, muerto el que es la Vida,
triunfante se levanta.
«¿Qué has visto de camino,
María, en la mañana?»
«A mi Señor glorioso,
la tumba abandonada,
los ángeles testigos,
sudarios y mortaja.
¡Resucitó de veras
mi amor y mi esperanza!
Venid a Galilea,
allí el Señor aguarda;
allí veréis los suyos
la gloria de la Pascua.»
Primicia de los muertos,
sabemos por tu gracia que estás resucitado;
la muerte en ti no manda.
Rey vencedor, apiádate
de la miseria humana
y da a tus fieles parte
en tu victoria santa.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
Él había de resucitar de entre los muertos
Lectura del santo evangelio según san Juan 20, 1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaba Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto. »
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e, inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
Palabra del Señor.

Comentario Pastoral
EL GOZO DE LA PASCUA
La alegría que cantan las campanas, los aleluyas que resuenan en el templo son signos claros del gozo nuevo de este día bendito de Pascua. No somos cristianos por el hecho de creer en el pecado, en la cruz, en el sufrimiento y en la muerte, somos cristianos porque creemos en el perdón, en la alegría, en la liberación, en la resurrección, en la Vida. El corazón de nuestra fe es una esperanza de que toda prueba se transforma en gracia, toda tristeza en alegría, toda muerte en resurrección.

Pascua es la experiencia de que no estamos en el mundo como encerrados en un sepulcro, de que os ha liberado de la losa que reducía la existencia a oscuridad y esclavitud. Pascua es luz, gozo, vida nueva.

Para muchos la cuestión difícil no está en saber si tienen fe en la resurrección, sino en saber si sienten deseo de resucitar y si tienen ganas de vivir. Lo esencial no es resucitar dentro de diez, de veinte o de cincuenta años, sino vivir ahora como resucitados. Pascua significa que podemos resucitar, que podemos experimentar una vida nueva. El cristiano no cree en la vida futura, sino en la vida eterna, que ha comenzado ya, que se vive desde ahora.

Para que la Pascua sea una realidad plena se debe aceptar la muerte de esa roza de la propia alma en la que se está demasiado vivo: intereses, temores, tristezas, egoísmos. Y hay que resucitar en esa zona en la que estamos demasiado muertos: resucitar a la fe, a la esperanza, al perdón, al amor, a la paz, a la alegría. La comunión pascual es no absolutizar el pan de esta vida, para poder saborear el pan de la otra vida, pan de justicia, de sinceridad, de entrega, de fraternidad. No hay que celebrar solamente la resurrección que aconteció hace dos mil años, sino hay que intentar que la Pascua sea fiesta actual en la resurrección de los cristianos, que atestiguan ante el mundo que es posible morir y resucitar.

La gran prueba de que Cristo ha resucitado, de que Cristo vive es que su amor vive, que hay personal y comunidades que viven de su vida y que aman con su amor.

Es más fácil rezar ante un crucifijo que entre una imagen de la resurrección de Cristo. El que solamente conoce la cruz nos ha dado el paso hacia la pascua. La religión cristiana es la religión de la apertura a Dios y a los demás, de la alegría. La religión cristiana no es la religión de la ausencia, de la guardia ante la tumba vacía, sino religión de la presencia y de la resurrección.


Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 10, 34a. 37-43Sal 117, 1-2. l6ab-17. 22-23
Colosenses 3, 1-4san Juan 20, 1-9
de la Palabra a la Vida
“El día en que actuó el Señor”, tal y como canta el Salmo 117 e interpreta la Iglesia desde los primeros discursos en Hechos, es el día de Pascua. Es el día en el que el Padre ha infundido en Cristo el don del Espíritu para que el Hijo resucitara, el primero de todos. Porque “actuó el Señor”, los neófitos, recién bautizados, se alegran y pueden participar en la celebración sacramental de la Iglesia, pueden recibir el santo bautismo. A partir de ahora, ellos como bautizados, con el resto de los bautizados, tienen que tomar conciencia de que lo que hizo Cristo no quedó perdido en la noche de los tiempos: “ya que habéis resucitado con Cristo, buscad los bienes de allá arriba”. El bautismo supone participar de la muerte y resurrección de Cristo, ser criaturas nuevas.

El paso a ser nuevas criaturas que vemos en ellos por el bautismo, lo vemos directamente por la resurrección de Cristo en los discípulos, en el evangelio y en la primera lectura: desde hoy, el libro de los Hechos de los Apóstoles nos acompañará cada día del tiempo de Pascua, para que podamos contemplar este misterio de transformación por obra de la gracia.

Si, en la noche de Pascua, la Iglesia ha insistido en el hecho de la resurrección, en la mañana de Pascua nos invita a reflexionar sobre lo que ello supone. De forma análoga a lo que hacemos en la Nochebuena y la Navidad, la noche es para vivir el misterio, la mañana para la reflexión sobre lo vivido. Y la reflexión nos pone ante los discípulos que no habían entendido aún lo que decía la Escritura acerca de la resurrección. El apóstol, a quien Jesús tanto quería, no tiene problema en no disimular lo más mínimo esta ceguera.

Por eso, podemos echar una mirada aquí también, y una mirada esperanzada, a nuestra propia fe: vivieron con Jesús, le escucharon, contemplaron sus milagros, sus alusiones a la Pascua… tampoco habían entendido aún las Escrituras tal y como Él se las explicaba… hasta entrar en el misterio de la noche de Pascua. De hecho, en realidad, no creyeron hasta que no vieron, aunque fueron a ver el sepulcro vacío. ¡Que necesitados estamos constantemente de entrar en la noche de Pascua, de experimentar ese proceso de muerte y resurrección que Cristo anuncia! ¡Qué necesitados de escuchar, de escuchar, de escuchar en la celebración de la Iglesia! ¿Para qué? Para que seamos capaces de entender el misterio de Cristo unido a nosotros por el bautismo.

Pero podemos acercarnos a otro misterio importante: todo esto sucede en “el primer día de la semana”. He aquí el fundamento de nuestra celebración dominical. La semana comienza con el día del acontecimiento con el que la historia comienza y con el que se hace nueva. El domingo, la Iglesia celebra el día en que todo ha sido renovado, el día en que todo ha recibido su dirección definitiva, su sentido último. Los niños en catequesis, los adultos en nuestra vida cristiana, tenemos que vivir la referencia dominical. Perdida esta, da igual lo que celebremos, porque el domingo hace referencia a nuestra identidad. Y esto sí que lo vieron los apóstoles. El domingo no fue casual, fue fundamental, y por eso los encuentros desde
ahí y cada domingo. La Pascua de Cristo fue motivo de celebración como Pascua semanal. No de un rato de celebración, sino de un día especial. “Santificar las fiestas” ya tenía su sentido nuevo: celebrar el domingo, del cual la misa es lo principal, aunque nunca lo único.
¿Se diferencia mi sábado de mi domingo sólo en la misa? ¿En qué medida marca el domingo la semana que comienza para mí? ¿Es día de fiesta, de memoria de la Pascua? Es “el día en que actuó el Señor, nuestra alegría y nuestro gozo”. Cuidemos de esta alegría que hemos recibido como un gran tesoro: en ella está el poder de transformarnos según lo que hoy celebramos.
Diego Figueroa


De la oración litúrgica a la oración personal… el prefacio de la Virgen María en la resurrección del Señor
En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación darte gracias
siempre y en todo lugar,
Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.
Porque en la resurrección de Jesucristo, tu Hijo,
colmaste de alegría a la santísima Virgen
y premiaste maravillosamente su fe:
ella había concebido al Hijo creyendo,
y creyendo esperó su resurrección;
fuerte en la fe contempló de antemano
el día de la luz y de la vida,
en el que, desvanecida la noche de la muerte,
el mundo entero saltaría de gozo
y la Iglesia naciente, al ver de nuevo a su Señor inmortal,
se alegraría entusiasmada.
Por él, los ángeles te cantan con júbilo eterno,
y nosotros nos unimos a sus voces cantando humildemente tu alabanza…

martes, 11 de abril de 2017

09/04/2017 – Domingo de Ramos. Comienza la Semana Santa

ESCRITO POR EL . POSTEADO EN LECTURAS DE MISA
PRIMERA LECTURA
No escondí el rostro ante los ultrajes, sabiendo que no quedaría defraudado
Lectura del libro de Isaías 50, 4-7
El Señor Dios me ha dado una lengua de discípulo; para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído, para que escuche como los discípulos.
El Señor Dios me abrió el oído; yo no resistí ni me eché atrás.
Ofrecí la espalda a los que me golpeaban, las mejillas a los que mesaban mi barba; no escondí el rostro ante ultrajes y salivazos.
El Señor Dios me ayuda, por eso no sentía los ultrajes; por eso endurecí el rostro como pedernal, sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 
R. Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?
Al verme, se burlan de mí,
hacen visajes, menean la cabeza:
«Acudió al Señor, que lo ponga a salvo;
que lo libre si tanto lo quiere». R.
Me acorrala una jauría de mastines,
me cerca una banda de malhechores;
me taladran las manos y los pies,
puedo contar mis huesos. R.
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú, Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Contaré tu fama a mis hermanos,
en medio de la asamblea te alabaré.
«Los que teméis al Señor, alabadlo;
linaje de Jacob, glorificadlo;
temedlo, linaje de Israel». R.
SEGUNDA LECTURA
Se humilló a sí mismo; por eso Dios lo exaltó sobre todo
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2, 6-11
Cristo Jesús, siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de si mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres.
Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo hasta la muerte, y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
EVANGELIO
¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 27, 11-54
¿Eres tú el rey de los judíos?
C. En aquel tiempo, Jesús fue llevado ante Poncio Pílato, y el gobernador le preguntó:
S. -«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
+ -«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no contestaba nada. Entonces Tilato le preguntó:
S. -«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
C. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía liberar un preso, el que la gente quisiera. Tenía entonces un preso famoso, llamado Barrabás. Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. -«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien llaman el Mesías?».
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. -«No te metas con ese justo porque esta noche he sufrido mucho soñando con él».
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente que pidieran la libertad de Barrabás y la muerte de Jesús.
El gobernador preguntó:
S. -«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?».
C. Ellos dijeron:
S. -«A Barrabás».
C. Pilato les preguntó:
S. -«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?».
C. Contestaron todos:
S. -«Sea crucificado».
C. Pilato insistió:
S. -«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. -«¡Sea crucificado!».
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos ante la gente, diciendo:
S. -«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!».
C. Todo el pueblo contestó:
S. -«¡Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos!».
C. Entonces les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
¡Salve, rey de los judíos!
C. Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y reunieron alrededor de él a toda la cohorte: lo desnudaron y le pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. -«¡Salve, rey de los judíos!».
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa y lo llevaron a crucificar.
Crucificaron con él a dos bandidos
C. Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo forzaron a que llevara la cruz.
Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó, pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa, echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de los judíos». Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Si eres Hijo de Dios, baja de la cruz
C. Los que pasaban lo injuriaban y, meneando la cabeza, decían:
S. -«Tú que destruyes el templo y lo reconstruyes en tres días, sálvate a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz».
C. Igualmente los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban también diciendo:
S. -«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¡Es el rey de Israel!, que baje ahora de la cruz, y le creeremos. Confió en Dios, que lo libre si es que lo ama, pues dijo: “Soy Hijo de Dios”».
C. De la misma manera los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
«Elí, Elí, lamá sabaqtani?».
C. Desde la hora sexta hasta la hora nona, vinieron tinieblas sobre toda la tierra. A hora nona, Jesús gritó con voz potente:
+ -«Eli, Eli, lamá sabaktaní.»
C. (Es decir:
+ -«Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. -«Está llamando a Elías».
C. Enseguida uno de ellos fue corriendo, cogió una esponja empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio de beber.
Los demás decían:
S. -«Déjalo, a ver si viene Elías a salvarlo».
C. Jesús, gritando de nuevo con voz potente, exhaló el espíritu,
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
C. Entonces, el velo del templo se rasgó en dos de arriba abajo; la tierra tembló, las rocas se resquebrajaron, las tumbas se abrieron y muchos cuerpos de santos que habían muerto resucitaron y, saliendo de las tumbas después que él resucitó, entraron en la ciudad santa y se aparecieron a muchos.
El centurión y sus hombres, que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y lo que pasaba, dijeron aterrorizados:
S. -«Verdaderamente este era Hijo de Dios».
Palabra del Señor.

Domingo de Ramos. Comienza la Semana Santa – 09/04/2017

ESCRITO POR WEBMASTER EL . POSTEADO EN HOY DOMINGO
Comentario Pastoral
LOS SIGNOS DEL DOMINGO DE RAMOS
Es el último domingo de Cuaresma, que sirve de pórtico a la Semana Santa. La liturgia y la piedad popular se unen en la síntesis de este día, verdadera celebración dominical de la Pasión y, a la vez, conmemoración de la entrada de Jesús en Jerusalén. El título del domingo “de Ramos en la Pasión del Señor” revela bien el carácter paradójico y de contraste que asocia el triunfo de la entrada con el drama de la pasión. Importa, pues, reflexionar brevemente sobre los “signos” que pone de relieve la liturgia para comprender su significado.

1. La reunión. El primer signo es el de una reunión inhabitual en el exterior de la Iglesia. Es una convocatoria de los fieles que debe resaltar por su carácter festivo y popular.

2. El desarrollo. A diferencia de otros domingos, el de Ramos tiene un desenvolvimiento original y pedagógico para introducir en la dinámica del misterio pascual: bendición de los ramos,proclamación de la entrada solemne en Jerusalén, procesión a la iglesia, lectura de la Pasión, para terminar en la Eucaristía del Resucitado.

3. Los ramos. Como indican las oraciones de bendición, los ramos son destinados ante todo a festejar a Cristo Rey, y a aclamar el triunfo de Cristo. Habría que resaltar con algún gesto festivo, por ejemplo levantando los ramos uniformemente en algunos momentos del canto, su significado de aclamación. El altar o la cruz podrían estar adornados con algunos ramos.

4. La cruz. En torno a ella se reúnen los fieles. Podría ser una cruz grande, artística, bella, que sería llevada por varias personas, adultos y niños.

5. La procesión. Es una de las raras veces que este gesto colectivo se propone a los cristianos en domingo. Si no es posible realizar la procesión con toda la asamblea, al menos debe hacerse con alguna representación de sus componentes: niños, jóvenes, adultos, ancianos, religiosas, etc. Es la procesión litúrgica más significativa de toda la Semana Santa. Y para que salga bien debe prepararse con interés.

6. La Pasión. Es parte muy importante de la celebración. Puede ayudar a su recta proclamación la diversidad de lectores, las diferentes actitudes de la asamblea, las aclamaciones cantadas en algunos momentos.
Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Isaías 50, 4-7Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24
san Pablo a los Filipenses 2, 6-11san Mateo 27, 11-54
de la Palabra a la Vida
A finales del siglo IV, una peregrina a Tierra Santa relata la procesión que se lleva a cabo en Jerusalén cuando, el domingo previo a la Pascua del Señor, se conmemora la entrada del Señor en medio de palmas y alabanzas: el obispo, a la manera de Cristo, va montado en un asno, y es aclamado como al Señor en el evangelio. Este relato da a conocer una antigua costumbre que, poco a poco, empieza a ser imitada en toda la Iglesia. Así, ese domingo queda marcado por la entrada de Jesús en Jerusalén, reconocido como el Mesías liberador de su pueblo, el Hijo de David.

Los niños, igualmente, abren sus bocas para cantar y aclamar al Señor, que viene, y eso da lugar a que, por ejemplo, en España, con aquellos que van a ser bautizados en la noche de Pascua, se realicen dos ritos -por aquel entonces- prebautismales: el Effetá, donde se signan los labios de los catecúmenos para que se empleen para alabar a Dios, y la entrega del símbolo de la fe, que tendrán que profesar en la noche pascual. En Roma, y como preparación a la semana Santa, se leía el relato de la Pasión del Señor.

Valgan sólo estos detalles para entender ligeramente nuestra celebración y la Liturgia de la Palabra de hoy: en ella, las lecturas son una preparación clara para los misterios que se van a celebrar, pero la procesión inicial es un claro homenaje a Cristo Rey: el que viene, el que entra en Jerusalén, el agua de la vida, la luz del mundo, la vida eterna, entra aclamado en la Ciudad Santa para ser Rey, lo que sucederá de una forma misteriosa, pues no quitará de su trono a nadie sino que tendrá el suyo propio en una cruz de madera.

Siguiendo el orden de los evangelistas que se leen cada año, este año nos toca escuchar la Pasión según san Mateo. Para Mateo, además, como sabemos, Cristo es el nuevo Moisés, el verdadero liberador de su pueblo, el auténtico pastor de Israel. Las referencias, además, son constantes al salmo 22, que termina con la promesa de un reino que se extiende con una Alianza nueva, que Jesús va a sellar en su sangre. Por eso, Cristo es presentado en el relato evangélico a la luz de la fe, en relación con la Iglesia que va a nacer de esa Alianza.

Para los catecúmenos, el Misterio Pascual es presentado en estas lecturas, misterio del que va a nacer para ellos la vida eterna. Todo llega a su momento culminante, y escuchar estos relatos supone, como para nosotros, una invitación a entrar en el misterio, que se encuentra sintetizado en la lectura de san Pablo a los filipenses: el que se abajo será ensalzado. El sacramento bautismal será también entrar en ese misterio de abajamiento y elevación del agua, en la vida.

¿Y la Iglesia? ¿Y nosotros? Hemos vivido estas celebraciones tantas veces que podríamos pensar que no sucede nada nuevo, que ya conocemos los ritos, que es como siempre… Si hemos vivido la Cuaresma en la presencia del Señor, guiados por su Palabra, si hemos hecho ese camino de fe y hemos ido creciendo en la confianza en el Señor, si hemos confesado que Él es nuestro único Señor, entonces ahora sólo podemos pedir tener también nosotros “los mismos sentimientos de Cristo Jesús”. Que esa comunión se realice en la celebración de los misterios. ¿Cómo voy a vivir la Pasión de Cristo y el nacimiento de la Iglesia? ¿Qué tiempo voy a dedicar cada día a acompañar al Señor por Jerusalén, preparando y celebrando su Pascua? El misterio de la liturgia nos introduce en un misterio que luego tiene que ser acogido y vivido fuera de la iglesia, en casa, en el trabajo. Tengamos un espíritu bien dispuesto, sin trabas, deseoso de dejarse llevar por lo importante: nada tiene en estos días el peso y la fuerza que las celebraciones litúrgicas. Nada puede prepararse y vivirse mejor que ese tiempo.
Diego Figueroa