domingo, 28 de julio de 2019

PRIMERA LECTURA
No se enfade mi Señor si sigo hablando
Lectura del libro del Génesis 18, 20-32
En aquellos días, el Señor dijo:
«El clamor contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la queja llegada a mí; y si no, lo sabré».
Los hombres se volvieron de allí y se dirigieron a Sodoma, mientras Abrahán seguía en pie ante el Señor.
Abrahán se acercó y dijo:
«¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?».
El Señor contestó:
«Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos».
Abrahán respondió:
«Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Y si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?».
Respondió el Señor:
«No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco».
Abrahán insistió:
«Quizá no se encuentren más que cuarenta».
El dijó:
«En atención a los cuarenta, no lo haré».
Abrahán siguió hablando:
«Que no se enfade mi Señor si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?».
Él contestó:
«No lo haré, si encuentro allí treinta».
Insistió Abrahán:
«Ya que me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran allí veinte?».
Respondió el Señor:
«En atención a los veinte, no la destruiré».
Abrahán continuó:
«Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?»
Contestó el Señor:
«En atención a los diez, no la destruiré».
Palabra de Dios
Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8
R. Cuando te invoqué, me escuchaste, Señor.
Te doy gracias, Señor, de todo corazón;
porque escuchaste las palabras de mi boca;
delante de los ángeles tañeré para ti,
me postraré hacia tu santuario. R.
Daré gracias a tu nombre:
por tu misericordia y tu lealtad,
porque tu promesa supera tu fama
Cuando te invoqué, me escuchaste,
acreciste el valor en mi alma. R.
El Señor es sublime, se fija en el humilde,
y de lejos conoce al soberbio.
Cuando camino entre peligros, me conservas la vida;
extiendes tu mano contra la ira de mi enemigo. R.
Tu derecha me salva.
El Señor completará sus favores conmigo:
Señor, tu misericordia es eterna,
no abandones la obra de tus manos. R.
SEGUNDA LECTURA
Os vivificó con él, perdonándoos todos los pecados
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 2, 12-14
Hermanos:
Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él, por la fe en la fuerza de Dios que lo resucitó de los muertos.
Y a vosotros, que estabais muertos por vuestros pecados y la incircuncisión de vuestra carne, os vivificó con él.
Canceló la nota de cargo que nos condenaba con sus cláusulas contrarias a nosotros; la quitó de en medio, clavándolo en la cruz.
Palabra de Dios
Aleluya Rom 8, 15bc
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción,
en el que clamamos: «¡”Abba”, Padre!». R.
EVANGELIO
Pedid y se os dará
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 11, 1-13
Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo:
«Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos»
Él les dijo:
«Cuando oréis decid: “Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan cotidiano, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe, y no nos dejes caer en la tentación”».
Y les dijo:
«Suponed que alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche y le dice:
“Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle”; y, desde dentro, aquel le responde:
“No me molestes; la puerta ya está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos”; os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por su importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.
Pues yo os digo a vosotros: pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, y el que busca halla, y al que llama se le abre.
¿Qué padre entre vosotros, si su hijo le pide un pez, le dará una serpiente en lugar del pez? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?
Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que le piden?».
Palabra del Señor

Comentario Pastoral
LA ORACIÓN PERSEVERANTE
El tema de la oración vuelve a tomar fuerza y actualidad en este domingo. Es conmovedor el diálogo que sostiene Abrahán con Dios para tratar de lograr el perdón de Sodoma, la ciudad impura. La palabra diálogo es clave para entender el significado y las exigencias de la plegaria cristiana. Ciertamente, si la oración no fuera más que un monólogo del hombre consigo mismo, no sería preciso orar. Pero la plegaria auténtica es un diálogo que se realiza en presencia consciente delante de Dios. Este diálogo surge desde la fe, la pobreza, la reflexión, el silencio y la renuncia del hombre.

Cuando se ora de verdad se sale de uno mismo para abandonarse en Dios con ánimo generoso, con simplicidad inteligente, con amor sincero. Orar es pensar en Dios amándolo, expresar verdaderamente la vida. La oración es camino de comunión con Dios, que nos lleva a la comunión y el diálogo con los hombres, La oración, más que hablar, es escuchar; más que encontrar, buscar; más que descanso, lucha; más que conseguir, esperar. Rezar es estar abiertos a las sorpresas de Dios, a sus caminos y a sus pensamientos, como quien busca aquello que no tiene y lo necesita. Así, la oración aparece como regalo, como misterio, como gracia.

En el Evangelio, la parábola del amigo inoportuno nos recuerda que Dios se deja siempre conmover por una oración perseverante. Por eso la tradición orante de la Iglesia es una tradición de peticiones y súplicas, que manifiesta la actitud de abrirse confiadamente a la presencia, el consuelo, el apoyo y la seguridad que solamente pueden venir de Dios. Siempre la petición ha de estar unida a la alabanza y a la profesión de fe y amor en la esperanza.

Hoy se nos propone una espléndida catequesis sobre la oración. La plegaria es el alma de la existencia histórica de Jesús y de los cristianos; debe ser constante, espontánea, sincera, personal como la de Abrahán y la del amigo inoportuno. La oración es contemplación de Dios, abandono místico, experiencia de lo infinito; debe estar liberada de sentimentalismos y de monotonía. La oración cristiana supone siempre la escuela de la Palabra. Todos los modelos de oración quedan sublimados por el que nos dejó Cristo en el Padrenuestro.
Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Génesis 18, 20-32Sal 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8
san Pablo a los Colosenses 2, 12-14san Lucas 11, 1-13

de la Palabra a la Vida
Todo aquel a quien Dios llama, aquel en que Dios se confía, recibe, junto con su llamada concreta, una labor de mediación muy importante en el mundo en que vivimos. La Sagrada Escritura está llena de personajes que son llamados a una tarea concreta, difícil, misteriosa. En todos esos personajes crece, de añadido, una llamada a mediar, a hablar con el pueblo y a volverse a Dios, a desear el bien de su pueblo ofreciéndole la voluntad de Dios. Nuestro mundo requiere mediaciones, pero mediar es un arte que se trabaja creciendo en santidad, pues santo es nuestro mediador.

Es así desde Abraham: su familiaridad hacia el Señor, la relación entrañable entre el patriarca y Dios hacen de la escena casi una conversación íntima que nos es descubierta. La decisión de Dios y la intercesión de Abraham, sereno, humilde, sabio. En él encontramos actitudes que nos parecen más propias de Dios, que Dios le ha dado para que lleve a cabo su misión. Por el contrario, Dios parece tener que aprender de la paciencia de Abraham. De forma magistral, el Génesis se sirve de Dios y del hombre para mostrar todos los atributos divinos, aquellos que Dios ofrece.

Esa sabia y paciente perseverancia de Abraham la encontramos en el evangelio en el amigo inoportuno de la parábola. Recibirá los tres panes, sabe bien el amigo que los recibirá, por su insistencia, no caprichosa sino confiada. Los recibirá también porque conoce sin duda la bondad del amigo al que llama, la generosidad del que parece -sólo parece- dormir y no querer saber nada del que pide.

La Iglesia ha aprendido a ser así ante su Señor. Así es como el Señor la ha enseñado a ser y actuar. Por eso, se apropia de las palabras del salmo en las que dibuja su actitud: “Cuando te invoqué me escuchaste, acreciste el valor de mi alma”. ¿Quién, quién ha invocado al Señor y ha sido escuchado? ¿Quién le ha llamado, inoportunamente, en la noche, desde el sepulcro, para bien de los amigos? ¿Quién ha tratado de convencerlo para salvación de los pecadores, como aquellos de Sodoma? En los tres casos, la respuesta es Jesucristo. Las cualidades para ser mediador, para ser negociador de Abraham, con Dios, no son más que un anuncio de ese gran negociador, excelso intermediario, que es Jesús. Él ha obtenido perdón y gloria, vida y alimento para bien de los suyos.

No es que Dios Padre no quisiera concederlo, el Hijo no ha tenido que arrancar el perdón y la vida al Padre, que no quería darlo: el Hijo ha mostrado, como hombre, el deseo y el plan del Padre, Dios eterno. Dios suscita en el corazón de los hombres los buenos deseos, los sentimientos de amor, que hay eternamente en Él, para que veamos que en la comunión con Dios, este concede al hombre su inmensa voluntad de amor y salvación para nosotros. Así, la intercesión de Cristo es sublime, porque Él es Dios y hombre. La de los hombres siempre será imagen de la de Cristo.

Por eso, la comunión con Cristo es necesaria para que nuestra intercesión no sea caprichosa o equivocada, sino siempre según el Mediador, Cristo Jesús. La liturgia de la Iglesia se convierte aquí, una vez más, en madre y maestra para sus hijos. ¿Qué pide la Iglesia en la liturgia? ¿Qué pedimos cuando celebramos la misa, cuando escuchamos una Plegaria Eucarística, en Laudes o en Vísperas? Es la Iglesia la que quiere enseñar a sus hijos, la que quiere imitar a Dios que pone en nosotros los deseos de la intercesión, enseñando qué pedir, por qué bien interceder. No basta la buena voluntad, pues la Palabra de Dios nos enseña hoy que la comunión es necesaria. Es esa intimidad con el Señor la que nos revelará cómo dirigirnos a Dios. Cuando el creyente vive en comunión con Dios, entonces adquiere todo su sentido el consejo del Señor: “Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”.

Diego Figueroa

sábado, 27 de julio de 2019

PRIMERA LECTURA
Señor, no pases de largo junto a tu siervo
Lectura del libro del Génesis 18, 1-10a
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se prostó en tierra y dijo:
«Señor, mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo».
Contestaron:
«Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:
«Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas».
Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el árbol, ellos comían.
Después le dijeron:
«¿Dónde está Sara, tu mujer?».
Contestó:
«Aquí, en la tienda».
Y uno añadió:
«Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Palabra de Dios
Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
R. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente 
y practica la justicia, 
el que tiene intenciones leales 
y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo 
ni difama al vecino. 
El que considera despreciable al impío 
y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta dinero a usura 
ni acepta soborno contra el inocente. 
El que así obra nunca fallará. R.
SEGUNDA LECTURA
El misterio escondido desde siglos, revelado ahora a los santos
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 24-28
Hermanos:
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, e misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo.
Palabra de Dios
Aleluya Cf. Lc 8, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios
con un corazón noble y generoso, 
la guardan y dan fruto con perseverancia. R.
EVANGELIO
Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Pero el Señor le contestó:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
Palabra del Señor

Comentario Pastoral
HOSPITALIDAD DESDE LA FE
En el camino del hombre Dios se le hace encontradizo y huésped. La primera lectura bíblica de este domingo nos recuerda a Abrahán, ofreciendo hospitalidad a Dios, que se le muestra bajo las apariencias de tres extranjeros que van de paso. Con un amor limpio los acoge, los saluda, los venera, les ofrece comida; por eso la escena termina con una promesa de vida. No olvidemos que la hospitalidad tiene mucho de sagrado y que cuando se da de verdad se recibe mucho más.

En el Evangelio, Jesús se detiene para descansar en casa de sus amigos de Betania. Marta nos recuerda al samaritano del domingo anterior; María es signo de lo primero y fundamental para la acción caritativa: la escucha de Jesús. El servicio de Marta y la escucha de María son dos aspectos armónicos y complementarios de la única vida de cristiano.

En un mundo inhóspito, en que hay tantos recelos, suspicacias y miedos de abrir la puerta, es conveniente meditar sobre las exigencias de una hospitalidad, desde la fe. Todos hubiéramos acogido con toda prontitud y alegría a Jesús, si hubiese querido físicamente quedarse en nuestra casa, del mismo modo que lo hizo en Betania. Sin embargo, nos resulta bastante difícil acogerlo en la verdad misteriosa de su Palabra. En cada Eucaristía siempre tenemos la ocasión maravillosa de dar hospitalidad a la Palabra que se nos proclama (que es Cristo), de ser discípulos del Maestro, de escuchar la verdad que fortalece la fe, centra la esperanza y purifica el amor. Así podremos después servir a los hermanos, acoger siempre a todos con amabilidad.

Para alcanzar la hospitalidad que nos hace ver a los otros como hermanos es necesario escuchar la Palabra, bien sea entre los rumores de la ciudad o bien en el silencio de la casa. La ley o norma fundamental que debe regular nuestra vida, para tener abierto el canal de comunicación y acogida con lo infinito, no es algo lejano y exterior a nosotros. Es más bien algo que nos empuja desde dentro a desprendernos de nuestros intereses y amar a Dios y a los demás. 

Cristo alabará la actitud de María, que antepone a cualquier otra preocupación la de oír al Maestro. A ejemplo suyo, como los discípulos de los rabinos, debemos estar siempre dispuestos a oír la Palabra (“el misterio escondido desde los siglos”) y a cumplirla.
Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Génesis 18, 1-10aSal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
san Pablo a los Colosenses 1, 24-28san Lucas 10, 38-42

de la Palabra a la Vida
Para un peregrino, encontrar un alojamiento en el que descansar, en el que alojarse, en el que comer caliente o disfrutar de una sombra, es una bendición. Para un peregrino, no es tan agotador el camino como, en muchas ocasiones, no tener donde descansar al término de la etapa. Sin embargo, misteriosamente, en muchas ocasiones la bendición es mayor para el hospitalero que para el peregrino. Desde Abraham, y hasta nosotros: “Señor, no pases de largo”. La sentida petición de Abraham, que ha reconocido en ese misterioso huésped la presencia de Dios, en esas tres personas la visita del Señor, se corresponde con el deseo de todo hombre de que aquello que, habiendo aparecido de forma gratuita y consoladora, nos abre la puerta a lo divino no se aleje de nosotros sino que se quede: Viniendo a nosotros, en realidad nos introduce en una vida mejor, especial, de comunión eterna con lo divino. El pacto con Dios no es algo para algún momento: si es verdadero pacto con Dios, puede hacerse palpable en cualquier momento de nuestra vida. Solo requiere la atención de reconocerlo.

He ahí un nuevo signo de la fe de Abraham. Señor, quédate, “ya que has pasado junto a tu siervo”. La hospitalidad de Abraham con el Dios misterioso se revela plenamente en la hospitalidad de Marta y María con el Dios encarnado. A Cristo se le sirve -Marta- y se le escucha – María -. ¿Quién quiere decir, gritar, anunciar en su vida que Dios le ha visitado? ¿Alguien tiene
intención de hacer público que Dios ha pasado junto a él, no por compromiso, sino como el que “ha visitado y redimido a su pueblo”? Entonces póngase a servir y escuchar a Dios.

Pero la Iglesia es llevada por Cristo en su revelación a un nivel todavía mayor. Este no ha venido sólo a visitarnos, ha venido a invitarnos a su casa. Su visita, su aparición, es un paso querido y previo a abrirnos las puertas de su casa, las puertas de la casa del cielo, “la casa de mi Padre”, en la gloria.

Por eso la Iglesia, al escuchar de la visita de Dios y de la hospitalidad de los hombres, suspira al cielo en el Salmo: “¿Quién puede hospedarse en tu tienda?” Aquel canto del pueblo de Israel, con el que se acercaba al monte santo, a la ciudad de Jerusalén, al Templo en el que Dios habitaba, ha recibido todo su sentido con la Encarnación del Hijo de Dios. Y el que puso su morada entre nosotros, quiere llevarnos a la morada que tiene en la Santa Trinidad. La Iglesia ha captado el matiz: Quien acoge a Cristo, será acogido por Cristo. ¿Cómo acoger al que está en el cielo? En sus palabras: “Lo que hicisteis con uno de estos, mis humildes, conmigo lo hicisteis”. Si el domingo pasado, en el evangelio del buen samaritano, ya podíamos ver lo buen pagador que es Cristo, hoy el Señor renueva su propuesta.

En realidad, su propuesta es una puerta abierta en cada hombre, en cada hermano, pero que hoy aprende en la Liturgia. Es en la celebración de la Iglesia donde nosotros participamos creyendo que Cristo viene a lo nuestro, a lo que nosotros hacemos, a lo que cantamos o rezamos… en realidad, en la celebración somos nosotros los que nos hospedamos en su tienda, somos nosotros los que , por la acción de la gracia, encontramos abiertas las puertas del cielo, y comenzamos a disfrutar de la acogida de Dios en la Gloria. Reconocerse invitado en la liturgia de la Iglesia es fundamental para vivir la vida con espíritu agradecido, no soberbio ni vanidoso. Señor, Marta y María te cogieron en su casa y aprendieron, en el servicio y en la escucha, que lo importante es aquello que nos hace dignos de ser acogidos en su tienda. ¿A quién y cómo acojo yo? ¿Con qué condiciones? ¿Recibo a Cristo sirviendo a otros, escuchando la Palabra de Dios? Porque, Señor, puede hospedarse en tu tienda, en el cielo, quien, como Tú, “practica la justicia”, y te acoge hoy, en el misterio.

Diego Figueroa

domingo, 14 de julio de 2019

PRIMERA LECTURA
El mandamiento está muy cerca de ti; cúmplelo
Lectura del libro del Deuteronomio 30, 10-14
Moisés habló al pueblo, diciendo:
«Escucha la voz del Señor, tu Dios, observando sus preceptos y mandatos, lo que está escrito en el libro de esta ley, y vuelve al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma.
Porque este precepto que yo te mando hoy no excede tus fuerzas, ni es inalcanzable. No está en el cielo, para poder decir: “¿Quién de nosotros subirá al cielo y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos? “. Ni está más allá del mar, para poder decir: “¿Quién de nosotros cruzará el mar y nos lo traerá y nos lo proclamará, para que lo cumplamos?”.
El mandamiento está muy cerca de ti: en tu corazón y en tu boca, para que lo cumplas».
Palabra de Dios
Sal 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37
R. Humildes, buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón
Mi oración se dirige a ti,
Señor, el día de tu favor; 
que me escuche tu gran bondad, 
que tu fidelidad me ayude. 
Respóndeme, Señor, con la bondad de tu gracia; 
por tu gran compasión, vuélvete hacia mi. R.
Yo soy un pobre malherido; 
Dios mío, tu salvación me levante. 
Alabaré el nombre de Dios con cantos, 
proclamaré su grandeza con acción de gracias. R.
Miradlo, los humildes, y alegraos, 
buscad al Señor, y revivirá vuestro corazón. 
Que el Señor escucha a sus pobres, 
no desprecia a sus cautivos. R.
Dios salvará a Sión, 
reconstruirá las ciudades de Judá. 
La estirpe de sus siervos la heredará, 
los que aman su nombre vivirán en ella. R.
SEGUNDA LECTURA
Todo fue creado por él y para él
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 15-20
Cristo Jesús es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque en él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él.
Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él.
Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia.
Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo.
Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud.
Y por él y para él quiso reconciliar todas las cosas del cielo y las de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.
Palabra de Dios
Aleluya Cf. Jn 6, 63c. 68c.
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Tus palabras, Señor, son espíritu y vida; 
tú tienes palabras de vida eterna. R.
EVANGELIO
¿Quién es mi prójimo?
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 25-37
En aquel tiempo, se levantó un maestro de la Ley y preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:
«Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?».
Él le dijo:
«¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?».
Él respondió:
«”Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con toda tu fuerza” y con todo tu mente. Y “a tu prójimo como a ti mismo”».
Él dijo:
«Has respondido correctamente. Haz esto y tendrás la vida». Pero el maestro de la ley, queriendo justificarse, dijo a Jesús:
«¿Y quién es mi prójimo?».
Respondió Jesús diciendo:
«Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje llegó adonde estaba él y, al verlo, se compadeció, y acercándose, les vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacando dos denarios, se los dio al posadero y le dijo: “Cuida de él, lo que gastes de más yo te lo pagaré cuando vuelva”.
¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos?».
Él dijo:
«El que practicó la misericordia con él».
Jesús le dijo:
«Anda y haz tú lo mismo».
Palabra del Señor

Comentario Pastoral
¿QUIÉN ES MI PRÓJIMO?
En el camino de la vida el hombre se pregunta quién es su prójimo y la Palabra de Dios le responde que el problema es otro: hacerse y sentirse en toda circunstancia prójima o prójimo de los demás. La maravillosa parábola del buen samaritano, que se lee en este domingo, es un reflejo de cómo hay que vivir en concreto la ley del amor a Dios y a los hombres.

Conviene recordar que Dios ha sido el primero que se ha hecho próximo al hombre a través de su palabra y de la manifestación de su poder. La Biblia está salpicada de diálogos con el hombre ya desde las primeras páginas del Génesis. Pero sobre todo, Dios se ha hecho próximo en su Hijo, mediador único y universal, de quien proviene todo y es fuente del amor misericordioso del Padre. Cristo es el verdadero Buen Samaritano, que antes de enseñar la parábola, la hizo realidad en su vida acogiendo a todos, amando a los pobres, perdonando a los pecadores, defendiendo a los marginados, curando a los enfermos, salvando hasta entregar la última gota de su sangre en la cruz.

En un mundo en que se acercan las distancias y se incrementan a todos los niveles las comunicaciones, muchos hombres no logran estar próximos a otros porque las actitudes interiores diversas no van en consonancia con la proximidad física. ¡Cuántos están solos en medio del barullo de la gran ciudad! Reciben codazos al andar entre la multitud y no reciben ninguna muestra de amor.

En nuestro lenguaje cristiano casi solo empleamos, contradictoriamente, la palabra prójimo para designar al lejano, al que pasa hambre en Etiopía o vive marginado en el subdesarrollo de una selva. Hay que tener los ojos del corazón bien abiertos para ver en el camino de la vida al que sufre, al que nos necesita, al que es víctima de cualquier tipo de injusticia. No demos rodeos, no preguntemos quién es nuestro prójimo, sino demostremos que estamos próximos a todos.

Toda la liturgia de la Palabra es un canto al amor cristiano, porque el amor es posible, no es un sueño ni una evasión ni una utopía humana. El amor cristiano no se desarrolla sobre objetos, sino sobre personas; es dinámico, no se reduce a las palabras, sino a obras y nos lleva a plena comunión con Dios heredando la vida eterna. La raíz de todo amor es el amor divino manifestado en la creación y en la redención.
Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Deuteronomio 30, 10-14Sal 68, 14 y 17. 30-31. 33-34. 36ab y 37
san Pablo a los Colosenses 1, 15-20san Lucas 10, 25-37

de la Palabra a la Vida
¿Dónde está Dios? ¿Está cerca de nosotros? ¿Verdaderamente está al tanto de nuestras debilidades y sufrimientos? ¿Dónde podemos encontrarlo? Dios ha querido que las lecciones más importantes que haya podido darle al hombre en toda su historia se guardaran en el lugar más protegido del mundo. El más secreto. En lo profundo del corazón. Allí donde solamente Él puede entrar, ha dejado para nosotros una ley para nuestra vida que, si cumplimos, nos hará felices. Allí ha puesto también, y pone cada día, las fuerzas necesarias para cumplir la ley: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo”. Allí, en lo profundo de nuestro corazón, quiere Él que entremos a buscarla. No está en un monte lejano, en las profundidades del mar, o en un lugar inaccesible. Está donde nadie más que nosotros puede ir y buscar. Hasta tal punto es así que nos advierte el Salmo: “Miradlo, los humildes, y alegraos, buscad al Señor, y vivirá vuestro corazón”. En la búsqueda del Señor, en la búsqueda de su Palabra, nuestro corazón se fortalece y vive. Así se entiende lo principal que la Liturgia de la Palabra nos enseña hoy. El mandamiento está, dice san Pablo, “cerca de ti, en tu boca y en tu corazón. Esta palabra es el mensaje de fe que predicamos” (Rom 10, 8).

El segundo paso nos lo enseña la parábola del buen samaritano que Jesús explica a un letrado en el evangelio. Ese mandato que Dios pone en lo profundo del corazón se manifiesta en la relación con el prójimo: una relación que se establece en el ámbito de la misericordia.

Esta palabra de misericordia que habita en el corazón es una misericordia que se pone en acto cuando salimos al encuentro del que sufre y le auxiliamos. Y eso no es algo extraño a nosotros, pues el mismo Cristo ha ejercido esa misericordia con nosotros. El corazón de la parábola del buen samaritano es precisamente este: que Cristo ha sido nuestro buen samaritano. Este mensaje está protegido a prueba de superficialidad, de una humanidad sin Cristo, una filantropía insuficiente. Él ha sido el extraño, el samaritano, que ha salido al encuentro de los hombres, heridos de muerte por el pecado, y nos ha rescatado dándonos una fuerza que no teníamos: el vino de la esperanza y el aceite del consuelo. El don del Espíritu Santo es ese paño con el que Cristo nos ha curado las heridas y nos ha llevado a la posada de la Iglesia, donde somos cuidados hasta que el Señor vuelva.

La liturgia de la Iglesia, en un prefacio precioso especialmente indicado para este día dice así: “(Cristo) en su vida terrena, pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el mal. También hoy, como buen samaritano, se acerca a todo hombre que sufre en su cuerpo o en su espíritu, y cura sus heridas con el aceite del consuelo y el vino de la esperanza. Por este don de tu gracia, incluso cuando nos vemos sumergidos en la noche del dolor, vislumbramos la luz pascual en tu Hijo, muerto y resucitado”. La Iglesia contempla en el buen samaritano a nuestro salvador, y por la oración y la eucaristía pone en nuestro corazón la capacidad para cumplir el mandato “anda, ve y haz tú lo mismo”.

Celebrar con la Iglesia nos permite descubrir el cuidado de Cristo con nosotros, que nos mantiene en la posada, aunque no lo vemos, curando nuestras heridas, ofreciéndonos en ella consuelo y esperanza. Cuanto más descubramos el misterio de la salvación en nuestra vida, más en lo profundo nos gritará Cristo el mandato que nos salva. Descubramos en los sacramentos, el corazón de la Iglesia, la ayuda que cura nuestra vida curando a otros.
Diego Figueroa

domingo, 7 de julio de 2019

PRIMERA LECTURA
Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz
Lectura del libro de Isaías 66, 10-14c
Festejad a Jerusalén, gozad con ella, todos los que la amáis, alegraos de su alegría, los que por ella llevasteis luto, mamaréis a sus pechos y os saciaréis de sus consuelos, y apuraréis las delicias de sus ubres abundantes.
Porque así dice el Señor:
«Yo haré derivar hacia ella, como un río, la paz, como un torrente en crecida, las riquezas de las naciones.
Llevarán en brazos a sus criaturas y sobre las rodillas las acariciarán; como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo, y en Jerusalén seréis consolados.
Al verlo, se alegrará vuestro corazón, y vuestros huesos florecerán como un prado; se manifestará a sus siervos la mano del Señor».
Palabra de Dios
Sal 65, 1-3a. 4-5. 16 y 20
R. Aclamad al Señor, tierra entera.
Aclamad al Señor, tierra entera; 
tocad en honor de su nombre; 
cantad himnos a su gloria; 
decid a Dios: «¡Qué temibles son tus obras!» R.
Que se postre ante ti la tierra entera, 
que toquen en tu honor, 
que toquen para tu nombre. 
Venid a ver las obras de Dios, 
sus temibles proezas en favor de los hombres. R.
Transformó el mar en tierra firme, 
a pie atravesaron el río. 
Alegrémonos en él, 
que con su poder gobierna eternamente. R.
Los que teméis a Dios, venid a escuchar, 
os contaré lo que ha hecho conmigo. 
Bendito sea Dios, que no rechazó mi súplica, 
ni me retiró su favor. R.
SEGUNDA LECTURA
Llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Gálatas 6, 14-18
Hermanos:
Dios me libre de gloriarme si no es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo está crucificado para mi, y yo para el mundo.
Pues lo que cuenta no es circuncisión ni la incircuncisión, sino la nueva criatura.
La paz y la misericordia de Dios vengan sobre todos los que se ajustan a esta norma; también sobre el Israel de Dios.
En adelante, que nadie me moleste, pues yo llevo en mi cuerpo las marcas de Jesús.
La gracia de nuestro Señor Jesucristo esté con vuestro espíritu, hermanos. Amén.
Palabra de Dios
Aleluya Col 3, 15a. 16a
R. Aleluya, aleluya, aleluya
La palabra de Cristo reine en vuestro corazón; 
la Palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza. R.
EVANGELIO
Descansará sobre ellos vuestra paz.
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 1-9
En aquel tiempo, designó el Señor otros setenta y dos y los mandó delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde pensaba ir él. Y les decía:
«La mies es abundante y los obreros pocos; rogad, pues, al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.
¡Poneos en camino! Mirad que os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; y no saludéis a nadie por el camino.
Cuando entréis en una casa, decid primero: “Paz a esta casa”. Y si allí hay gente de paz, descansará sobre ellos vuestra paz; si no, volverá a vosotros.
Quedaos en la misma casa, comiendo y bebiendo de lo que tengan: porque el obrero merece su salario. No andéis cambiando de casa.
Si entráis en una ciudad y os reciben, comed lo que os pongan, curad a los enfermos que haya en ella y decidles: “El reino de Dios. ha llegado a vosotros”».

Comentario Pastoral
PREGONEROS DE LA PAZ
Los textos de este domingo están en la clave del camino de Jesús hacia Jerusalén para cumplir su misión mesiánica. El camino de Jesús es el camino de los cristianos. Por eso él, que era el Enviado de Dios, envió a 72 discípulos. Este número tiene su importancia, pues debe ser interpretado como explícita significación de universalidad. Según el modo de pensar de los antiguos, 72 eran los pueblos que habitaban la tierra.

El envío de Jesús es universal, el anuncio de su Reino es para todos, su salvación alcanza a la humanidad entera. Todo cristiano es un enviado al mundo para predicar el Evangelio no solo con palabras, sino también con los gestos y las actitudes que dan credibilidad: la pobreza, la generosidad, el desinterés y la renuncia, que más que virtudes son signos de la disponibilidad hacia el don de la salvación que Dios ofrece a todos y que debemos traspasar a los demás.

Lo primero que hay que comunicar es la paz. En un mundo crispado, en una sociedad agresiva, en un ambiente violento la oferta de paz es siempre válida y actual. El hombre pacífico es el más valiente, porque crea una convivencia más estable y transforma el interior violento de las personas. La principal tentación del cristiano es abandonar su misión pacificadora, ya que no ve frutos inmediatos ni resultados notorios en la sociedad que tiene otra escala de valores y otra moral. No hay que cambiar de anuncio, ni de eslogan, ni de casa. La constancia es la prueba de que se cree verdaderamente en el hombre, incluso en el que oprime, aplasta o mata. Necesariamente, el testimonio cristiano es una pacificación total, un estar siempre abierto al diálogo, para liberar de fatigas y de opresiones violentas. La paz, como el Reino de Dios, siempre está cerca.

Los 72 discípulos volvieron alegres. La alegría es la atmósfera en que está bañada la vida de los que siguen a Jesús. Es una alegría particular, pero auténtica, pues se llega a ella a través de la cruz, como proclama San Pablo con orgullo en la epístola.

El creyente es siempre misionero, pregonero de la paz. La Iglesia está siempre en permanente estado de misión. El misionero es el hombre de la Palabra, que anuncia la salvación integral, la alegría, el amor de Dios. La misión cristiana es un carisma, no una operación de promoción socio-política.
Andrés Pardo

de la Palabra a la Vida
El nacimiento de la primavera, con sus luces, olores y colores, el estallido de vida que trae el frescor de los nuevos tiempos, es anunciado en febrero con los almendros en flor, que soportan el frío con la esperanza del calor venidero, creador, esperanzador. En su belleza se anuncia otra mayor, más intensa, que ya puede prepararse, con intensa alegría y acción de gracias, porque es, como Jesús ya mostraba el domingo pasado, imparable. Las luces, las flores, la alegría, son signo de lo imparable del desarrollo del Reino.

Por eso anima a la esperanza el anuncio que el profeta Isaías hace a su pueblo en la primera lectura, que no se dirige a los deportados de Israel, aquellos que en el exilio esperaban el momento de volver a la tierra de sus padres, sino, seguramente, a aquellos que ya regresaron del exilio y, de nuevo en Jerusalén, se esforzaban cada día por reconstruir el país, entre las dificultades internas y las amenazas externas.

En esa situación el profeta les dice: ” ¡Alegraos! ¡Festejad a Jerusalén los que por ella llevasteis luto! ” La alegría viene motivada porque el Señor les dará la paz, la fecundidad, el consuelo, que volverá a hacer de ellos algo grande. Mejor aún, algo nuevo: “Voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva”.

Esa situación de felicidad para Israel sirve a la Iglesia para interpretar y proponernos el evangelio de hoy: ¿Cuál tiene que ser la razón de la alegría de los discípulos que han sido enviados a profetizar el Reino de Dios y han vuelto? Responde el Señor: “no estéis alegres porque se os someten los espíritus; estad alegres porque vuestros nombres están inscritos en el cielo”. La alegría no viene porque han vencido en su lucha, sino porque ellos son el principio de algo nuevo, aquellos que serán ciudadanos del cielo. Ahora sí que se cumple la profecía de Isaías. Estos son los que tienen más razón para alegrarse, porque ellos forman la nueva Jerusalén. No está en los éxitos particulares de unos u otros la felicidad. Está en el Reino nuevo que están instaurando, aunque aún no lo vean.

Por eso cuando la Iglesia se reúne cada domingo, lo hace para descubrir aquello que los discípulos aún no veían en el evangelio: “Venid a ver las proezas del Señor, las maravillas que hace en favor de los hombres”, nos dice el Salmo. La Iglesia se encuentra y cada domingo proclama, anuncia, las maravillas de Dios en el anuncio de su Palabra. También en el don maravilloso de la Eucaristía. En tercer lugar, agradece a Dios las proezas que hace con su brazo en nuestra vida. Así, mostrándonos lo que Dios hace aquí y allá, en nuestra vida y en el cielo, su poder entre los hombres de ayer y de hoy, su dominio sobre la historia para siempre, nos anima a no buscar aquí un éxito que a menudo no sucede. Si lo vemos, bien, pero si no, no nos engañemos: alegraos porque vuestra vida evangélica hace que vuestros nombres ya estén inscritos en el cielo.

En nuestra confesión de la Palabra de Dios, en nuestro trabajo por el evangelio, en nuestra vida de discípulos, nuestros nombres están en el cielo con letras de oro. La felicidad eterna se trabaja y se realiza a veces entre pequeñas felicidades terrenas, temporales, pero a veces no. A veces no hay nada, nada nuestro, nada de qué presumir, nada que entender.

Puede ser buen momento para preguntarnos qué es lo que nos consuela en la vida, si los consuelos momentáneos o los eternos prometidos, si los que vemos y palpamos, o los que no podemos intuir pero sí creer. Nuestro trabajo por la Palabra de Dios se hace cada día, pero lo que construimos no tiene por qué verse aquí: está en el cielo nuevo por el que trabajaron los discípulos.
Diego Figueroa