domingo, 21 de enero de 2018

21/01/2018 – Domingo de la 3ª semana de Tiempo Ordinario.

ESCRITO POR EL . POSTEADO EN LECTURAS DE MISA
PRIMERA LECTURA
Los ninivitas habían abandonado el mal camino
Lectura de la profecía de Jonás 3, 1-5. 10
El Señor dirigió la palabra a Jonás:
«Ponte en marcha y ve a la gran ciudad de Nínive; allí les anunciarás el mensaje que yo te comunicaré»
Jonás se puso en marcha hacia Nínive, siguiendo la orden del Señor. Nínive era una ciudad inmensa, hacían falta tres días para recorrerla. Jonás empezó a recorrer la ciudad el primer día, proclamando:
«Dentro de cuarenta días Nínive será arrasada».
Los ninivitas creyeron en Dios; proclamaron un ayuno y se vistieron con rudo sayal, desde el más importante al menor.
Vio Dios su comportamiento, cómo habían abandonado el mal camino, y se arrepintió de la desgracia que había determinado enviarles. Así que no la ejecutó.
Palabra de Dios.
Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9
R. Señor, enséñame tus caminos.
Señor, enséñame tus caminos,
instrúyeme en tus sendas:
haz que camine con lealtad;
enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador. R.
Recuerda, Señor, que tu ternura
y tu misericordia son eternas;
acuérdate de mí con misericordia,
por tu bondad, Señor. R.
El Señor es bueno y es recto,
y enseña el camino a los pecadores;
hace caminar a los humildes con rectitud,
enseña su camino a los humildes. R.
SEGUNDA LECTURA
La representación de este mundo se termina
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 7, 29-31
Digo esto, hermanos: que el momento es apremiante.
Queda como solución que los que tienen mujer vivan como si no la tuvieran; los que lloran, como si no lloraran; los que están alegres, como si no se alegraran; los que compran, como si no poseyeran; los que negocian en el mundo, como si no disfrutaran de él: porque la representación de este mundo se termina.
Palabra de Dios.
Aleluya Mc 1,15
R. Aleluya, aleluya, aleluya.
V. Está cerca el reino de Dios,
convertíos y creed en el Evangelio. R.
EVANGELIO
Convertíos y creed en el Evangelio
Lectura del santo Evangelio según san Marcos 1, 14-20
Después de que Juan fue entregado, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios; decía:
«Se ha cumplido el tiempo y está cerca el reino de Dios. Convertíos y creed en el Evangelio».
Pasando junto al mar de Galilea, vio a Simón y a Andrés, el hermano de Simón, echando las redes en el mar, pues eran pescadores.
Jesús les dijo:
«Venid en pos de mí y os haré pescadores de hombres».
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. A continuación los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon en pos de él.
Palabra del Señor.

Domingo de la 3ª semana de Tiempo Ordinario. – 21/01/2018

ESCRITO POR WEBMASTER EL . POSTEADO EN HOY DOMINGO
Comentario Pastoral
EL EVANGELIO DE MARCOS
Hoy comienza a leerse el evangelio de Marcos, que es el correspondiente al ciclo litúrgico asignado para este año. Durante una treintena de domingos se proclamará lo más fundamental de este segundo evangelio, el más breve y menos sistemático, pero rico en vivacidad para los hechos esenciales, narrados por un testigo ocular cualificado. Con San Marcos, intérprete y discípulo de San Pedro, se pasa del Evangelio predicado oralmente por los apóstoles y memorizado por las primeras comunidades cristianas, al Evangelio escrito.

San Marcos escribe únicamente para presentar con realismo el misterio de la persona y de la obra de Jesús, reuniendo todo en torno a tres grandes títulos cristológicos: Hijo de Dios, Mesías, Hijo del hombre. Ningún evangelista subraya tan frecuentemente la humanidad exquisita y genuina de Jesús, el Hijo de Dios, el Mesías glorioso y humilde.

Los destinatarios de este evangelio, escrito antes del año 70, son claramente cristianos de cultura romana. En el texto existen latinismos y es evidente la preocupación por explicar los usos y costumbres judías y por precisar los lugares geográficos o traducir palabras arameas. Relatando un gran número de milagros de Jesús, San Marcos quiere demostrar a los romanos, gente de acción más que de pensamiento, que Jesús es el más fuerte, porque está dotado de la omnipotencia del Dios viviente y personal.

El comienzo del evangelio de hoy coincide con el inicio de la predicación de Jesús, sus primeras palabras son estas: “Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed la Buena Noticia”. En esta breve frase se advierten dos situaciones: una situación objetiva, referente al tiempo, que manifiesta que el Reino está presente; y otra subjetiva, que depende del hombre y de su libertad: la necesidad de la conversión. Con la venida de Jesús la historia universal ha entrado en su fase definitiva de plenitud. Para entrar en la salvación el hombre debe cambiar su mentalidad, su actitud moral; debe convertirse y así unirse personalmente al misterio de Cristo.

No hay conversión del corazón sin adhesión en la fe. Si es preciso, hay que dejar las redes o al padre, como nos narra San Marcos la vocación de los primeros discípulos. Nunca el propio trabajo, ni lo que es base del sustento diario, ni la sociedad que nos rodea, ni la propia familia debe ser obstáculo para el evangelio. El Reino de Dios es una aventura misteriosa, que obliga a abandonar lo que se tiene y exige una respuesta incondicional. El tiempo es breve, el momento es apremiante; la llamada, urgente y decisiva.
Andrés Pardo


Palabra de Dios:

Jonás 3, 1-5. 10Sal 24, 4-5ab. 6-7bc. 8-9
san Pablo a los Corintios 7, 29-31san Marcos 1, 14-20
de la Palabra a la Vida
Hace un mes escuchábamos cómo Juan el bautista empleaba en el evangelio la misma palabra que el Señor hoy: “conversión”. El bautista nos invitaba a preparar los caminos como conversión para la venida del Señor. Viene este y nos invita a la conversión para… ¿para qué? La conversión a la que Cristo nos llama en el evangelio de hoy es necesaria para una consecuencia de la fe, como una forma de expresar la fe: “Convertíos y creed” es una propuesta de Jesucristo a no perder el tiempo después de decirle que creemos en Él, que creemos que es el Señor o que le queremos más que nada. La conversión conlleva ser discípulos, tal y como hace Jesús en el evangelio de hoy, y conlleva una vida santa, como encontramos en la invitación a la conversión a los minivitas en la primera lectura.

Ya lo veíamos en los anteriores domingos: ese seguimiento de Cristo se hace como escucha a una palabra y en obediencia a ella. Por eso, hoy podemos aprender el versículo que hemos repetido una y otra vez en el salmo responsorial y llevarlo a casa, al trabajo, cuando salgamos de casa, de paseo, o cuando experimentemos en nuestro interior el deseo de independencia, de rebelión, de ir a lo nuestro, de perder la caridad: “Señor, enséñame tus caminos”. Enséñame, Señor. Esta petición es ante todo una petición confiada, y por lo tanto valiente. Tenemos tanto que aprender, tantas cosas que nuestro corazón cree saber pero aún no sabe. Si echamos un vistazo rápido al tiempo de discipulado que los doce tienen con el Señor, encontraremos que los momentos de conflicto, de dolor, de equivocación o de división, surgen cuando los doce no quieren ser enseñados, o creen saber más incluso que el Maestro.

Por eso, para recorrer el camino del Tiempo Ordinario, para recorrer el camino de los discípulos de Jesús, es necesario aceptar ser discípulos, ser enseñados. Convertirse es aceptar pasar de ir por la vida dando lecciones a escuchar y aprender. Nuestro corazón adulto y autosuficiente se tiene que rebelar tantas y tantas veces… es entonces cuando conviene repetir: “Señor, enséñame tus caminos”.

Como no siempre es fácil, el salmo responsorial nos ofrece otra ayuda para que esa conversión que pide el Señor se dé en nosotros: en él encontramos la forma de dirigirse al Señor, de definirlo. El Señor tiene “ternura”, “misericordia”, “bondad”, “es bueno y recto”. Eso significa que es merecedor de nuestra confianza.

De hecho, el salmo nos presenta dos características que vamos a encontrar en los discípulos, que van a ser necesarias para poder ser discípulos de Jesús, pues este enseña su camino a los pecadores y a los humildes. El Señor ha venido a llamar a los pecadores, a los enfermos y no a los sanos, es decir, a los que se reconocen pecadores, y se convierten con humildad. No nos sobra ningún día recordar quién puede seguir al Señor: “los pecadores y los humildes”.

Para poder participar en la celebración de la eucaristía, en los sacramentos, en el encuentro con Cristo en la confesión, sólo podemos reconocernos pecadores y además ir con actitud humilde, dispuestos a escuchar y a aprender, para poder convertirnos… o nos quedaremos por el camino. Ante esa tentación, no dudemos, repitamos una y mil veces para convertirnos: “Señor, enséñame tus caminos”.
Diego Figueroa


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