domingo, 11 de marzo de 2018

PRIMERA LECTURA
La ira y la misericordia del Señor serán manifestadas en el exilio y en la liberación del pueblo
Lectura del segundo libro de las Crónicas 36, 14-16. 19-23
En aquellos días, todos los jefes, los sacerdotes y el pueblo multiplicaron sus infidelidades, imitando las aberraciones de los pueblos y profanando el templo del Señor, que él había consagrado en Jerusalén.
El Señor, Dios de sus padres, les enviaba mensajeros a diario porque sentía lástima de su pueblo y de su morada; pero ellos escarnecían a los mensajeros de Dios, se reían de sus palabras y se burlaban de sus profetas, hasta que la ira del Señor se encendió irremediablemente contra su pueblo.
Incendiaron el templo de Dios, derribaron la muralla de Jerusalén, incendiaron todos sus palacios y destrozaron todos los objetos valiosos. Deportó a Babilonia a todos los que habían escapado de la espada. Fueron esclavos suyos y de sus hijos hasta el advenimiento del reino persa. Así se cumplió lo que había dicho Dios por medio de Jeremías:
«Hasta que la tierra pague los sábados, descansará todos los días de la desolación, hasta cumplirse setenta años».
En el año primero de Ciro, rey de Persia, para cumplir lo que había dicho Dios por medio de Jeremías, el Señor movió a Ciro, rey de Persia, a promulgar de palabra y por escrito en todo su reino:
«Así dice Ciro, rey de Persia:
El Señor, Dios del cielo, me ha entregado todos los reinos de la tierra. Él me ha encargado construirle un templo en Jerusalén de Judá. Quien de entre vosotros pertenezca a ese pueblo, puede volver. ¡Que el Señor, su Dios, esté con él !».
Palabra de Dios

Sal 136, 1-2. 3. 4. 5. 6 
R. Que se me pegue la lengua al paladar si no me acuerdo de ti.
Junto a los canales de Babilonia
nos sentamos a llorar
con nostalgia de Sión;
en los sauces de sus orillas
colgábamos nuestras cítaras. R.
Allí los que nos deportaron
nos invitaban a cantar;
nuestros opresores, a divertirlos:
«Cantadnos un cantar de Sión.» R.
¡Cómo cantar un cántico del Señor
en tierra extranjera!
Si me olvido de ti, Jerusalén,
que se me paralice la mano derecha. R.
Que se me pegue la lengua al paladar
si no me acuerdo de ti,
si no pongo a Jerusalén
en la cumbre de mis alegrías. R.
SEGUNDA LECTURA
Muertos por los pecados, estáis salvados por pura gracia
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 2, 4-10
Hermanos:
Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo – estáis salvados por pura gracia -, nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús.
En efecto, por su gracia estáis salvados, mediante la fe. Y esto no viene de vosotros; es don de Dios. Tampoco viene de las obras, para que nadie pueda presumir.
Somos, pues, obra suya. Dios nos ha creado en Cristo Jesús para que nos dediquemos a las buenas obras, que de antemano dispuso él que practicásemos.
Palabra de Dios
Versículo Df. Jn 3, 16
Tanto amó Dios al mundo
que entregó a a su Unigénito;
todo el que cree en él tiene vida entera
EVANGELIO
Dios envió a su Hijo para que el mundo se salve por él
Lectura del santo evangelio según san Juan 3, 14-21
En aquel tiempo, dijo Jesús a Nicodemo:
«Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Unigénito para que todo el que cree en él no perezca, sino que tenga vida eterna.
Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para juzgar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será juzgado; el que no cree ya está juzgado, porque no ha creído en el nombre del Unigénito de Dios.
Este es el juicio: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas. Pues todo el que obra el mal detesta la luz y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que obra la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios».
Palabra del Señor


Domingo de la 4ª semana de Cuaresma. – 11/03/2018


Comentario Pastoral
LA CRUZ DE CRISTO, SALVACIÓN DEL HOMBRE
El cuarto domingo de Cuaresma es el domingo “laetare”, es decir, de la alegría. En medio del rigor penitencial y de la austeridad de la Cuaresma el cristiano vive la eucaristía dominical con un gozo sereno al saber que Dios le ama.

En este ambiente y con la perspectiva de la Pascua se nos presenta el tema de la cruz de Cristo y los grandes temas de la historia de la salvación: la infidelidad del antiguo pueblo de Israel y la fidelidad absoluta de Dios; el pecado del mundo y el amor infinito de Dios, que por su misericordia nos ha entregado al Hijo para que el mundo se salve por él. El arco de reflexión y de meditación de las tres lecturas bíblicas nos sitúa entre la fe y la incredulidad, entre la aceptación luminosa de Cristo o la opción oscura por el mal.

El libro de las Crónicas nos recuerda que la infidelidad de los jefes de los sacerdotes y del pueblo israelita es la raíz de la desolación, de la injusticia y del destierro. Dios no responde sólo con el castigo sino con la esperanza del perdón, pues él no quiere la muerte, sino la vida y por eso no abandonará nunca a su pueblo.

El texto evangélico de hoy, que narra la parte conclusiva del coloquio nocturno de Jesús con Nicodemo, es clave definitiva para leer en profundidad el sentido del actuar de Dios en la historia y para comprender el fin último de la encarnación del Hijo del hombre, que es alzado en la cruz, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.

¿Cuál es el motivo de la pasión y de la cruz de Cristo? Es el amor de Dios, que se ha mostrado atento a la suerte del mundo y de la humanidad pecadora hasta el punto de entregar a su propio Hijo unigénito a la muerte de cruz. El amor misericordioso de Dios tiene, pues, una finalidad salvífica.

La segunda parte del evangelio presenta el tema del “juicio”. Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él. La oferta de salvación es gracia, puro don de la riqueza del Padre y efusión de su bondad. El juicio es presentado por el evangelista San Juan bajo la categoría de la luz, que se acoge o rechaza. Los creyentes son los que aceptan la luz, la oferta de salvación de Dios que es Jesucristo. Los incrédulos son los que aman las tinieblas y obran el mal rechazando el don de Dios y autoexcluyéndose de la salvación.
Andrés Pardo



Palabra de Dios:

Crónicas 36, 14-16. 19-23Sal 136, 1-2. 3. 4. 5. 6
san Pablo a los Efesios 2, 4-10san Juan 3, 14-21

de la Palabra a la Vida
La imagen de la serpiente elevada en el estandarte de Moisés para curar a los que eran picados por la serpiente por causa de su incredulidad acerca a la segunda mitad de la Cuaresma la imagen de Cristo elevado en el estandarte de la cruz para curar a los que, heridos de muerte por el pecado, lo contemplen con fe.

La Iglesia abre esta segunda mitad de la Cuaresma con una preciosa reflexión evangélica: el hombre puede renovarse, participar en la regeneración que Dios quiere para él, si cree en el Hijo del Hombre, muerto y exaltado. La Iglesia nos propone contemplar el plan de amor de Dios por nosotros, que se realiza en la cruz y se acepta por la fe: no somos ingenuos, recordamos las palabras del evangelista Juan, que advierte que cuando vino la luz, los hombres prefirieron las tinieblas. La renovación pascual no es algo mecánico, que viene y ya está: más bien al contrario, conlleva la aceptación del hombre de su propuesta, pues aunque Cristo vino para dar la vida, esta tiene que ser acogida. De lo contrario, dice el evangelio, lo que ha venido Cristo a traer es el juicio. La fe con la que se mire la cruz se manifiesta en que el creyente realiza la verdad, en que obra fielmente, según Cristo y lo que Él nos ha revelado.

Que podamos renacer sacramentalmente de las aguas de la fuente bautismal en la noche pascual tiene un proceso de preparación en esa acogida del misterio del amor del Padre por nosotros, que nos ha entregado a su Hijo. Por eso, la palabra proclamada hoy nos advierte: se avecina un drama de dimensiones cósmicas, un drama porque el Hijo del Hombre será entregado.

Y ante esa imagen, ¿tú que posición tomas? ¿Crees? El domingo pasado las lecturas nos presentaban la Cuaresma com un camino de fe, y hoy, ante el misterio de la entrega del Hijo, ese camino se endurece y la respuesta ya no puede esperar, es inevitable: no es una respuesta fácil: el libro de las Crónicas nos recuerda que todos despreciaban a los enviados de Dios, se burlaban de los profetas; preferían las tinieblas.

Es, entonces, impresionante, cuando aparece la figura de Ciro: a pesar de la falta de fe de los hombres, Dios va a proponer un camino de vuelta a casa. La expiación, el sufrimiento, la toma de conciencia que manifiesta el salmo de hoy, son actitudes necesarias en este momento. Sí, nos hemos alejado de ti, Señor, nuestra Cuaresma es necesaria, como el tiempo de destierro para Israel, pero Tú has sacado un libertador de manera insospechada para mostrarnos tu amor. Este no es Moisés, uno de tu pueblo, es Ciro, un pagano. Uno y otro se verán superados por la entrega del Hijo. Siguiento a Pablo, “la prueba de que Dios nos ama es que estando nosotros muertos por el pecado, nos ha hecho vivir por Cristo”.

La Iglesia descubre entonces un camino de fe que está por encima de pueblos o naciones, que quiere reunir a todos los hijos de Dios dispersos en la noche de Pascua, un camino que nos propone cada domingo: El encuentro de los creyentes, de los que han aceptado la verdad de Jesucristo y la celebran. Dios tira de nosotros hacia sí con lazos de amor, de misericordia, y nos pide avanzar confiados por este camino.

Por eso, si el camino de la larga Cuaresma nos agota, no dejemos de levantar la mirada: Dios sigue ofreciendo su salvación de forma insospechada, allí donde estemos y como nos encontremos.
Diego Figueroa

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