domingo, 22 de abril de 2018

PRIMERA LECTURA
No hay salvación en ningún otro
Lectura del libro de los Hechos de los apóstoles 4, 8-12
En aquellos días, lleno de Espíritu Santo, Pedro dijo:
«Jefes del pueblo y ancianos: Porque le hemos hecho un favor a un enfermo, nos interrogáis hoy para averiguar qué poder ha curado a ese hombre; quede bien claro a todos vosotros y a todo Israel que ha sido el Nombre de Jesucristo el Nazareno, a quien vosotros crucificasteis y a quien Dios resucitó de entre los muertos; por este Nombre, se presenta este sano ante vosotros.
Él es la “piedra que desechasteis vosotros, los arquitectos, y que se ha convertido en piedra angular”; no hay salvación en ningún otro; pues bajo el cielo no se ha dado a los hombres otro nombre por el que debamos salvarnos».Palabra de Dios
Sal 117, 1 y 8-9. 21-23. 26 y 28-29
R. La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular.
Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia. 
Mejor es refugiarse en el Señor 
que fiarse de los hombres, 
mejor es refugiarse en el Señor 
que fiarse de los jefes. R.
Te doy gracias porque me escuchaste 
y fuiste mi salvación.
La piedra que desecharon los arquitectos 
es ahora la piedra angular. 
Es el Señor quien lo ha hecho, 
ha sido un milagro patente. R.
Bendito el que viene en nombre del Señor, 
os bendecimos desde la casa del Señor. 
Tu eres mi Dios, te doy gracias; 
Dios mío, yo te ensalzo. 
Dad gracias al Señor porque es bueno, 
porque es eterna su misericordia. R.
SEGUNDA LECTURA
Veremos a Dios tal cual es
Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 1-2
Queridos hermanos:
Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no lo conoció a él.
Queridos, ahora somos hijos de Dios y aun no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.
Palabra de Dios
Aleluya Jn 10, 14
Aleluya, aleluya, aleluya.
Yo soy el Buen Pastor – dice el Señor -, 
que conozco a mis ovejas, y las mías me conocen. R.
EVANGELIO
El buen pastor da la vida por las ovejas
Lectura del santo Evangelio según san Juan 10, 11-18
En aquel tiempo, dijo Jesús:
«Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo las roba y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.
Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.
Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».
Palabra del Señor

Comentario Pastoral
CANTO DEL PASTOR BUENO
Durante el tiempo pascual se nos presenta a Cristo como buen pastor. La figura del pastor tiene relieve en las composiciones bucólicas y en la literatura política y religiosa.

En su sentido real pastor es quien guarda, guía y apacienta el ganado. Es persona que vive en contacto con la naturaleza, mirando mucho al cielo porque está más en la superficie de la tierra. Es el hombre bueno que sabe poco de querellas y rencillas, porque vive en soledad estimulante. El pastor tiene capacidad de contemplación y éxtasis, porque vibra con los amaneceres y ocasos del sol. Es el hombre fuerte que desafía los rigores del invierno, los calores del verano y el ataque de la fiera enemiga. Y a la vez es el hombre tierno que cuida, defiende y lleva con mimo sobre los hombros al cordero pequeño.

No deja de ser sorprendente que en las leyendas devocionales de espiritualidad mariana, sobre todo medieval, los pastores hayan sido objeto de múltiples apariciones. Quizás estos relatos son prototipo de la elección de un hombre íntegro y sencillo para dialogar y ver lo trascendente, fuera del bullicio de la ciudad.

Ante la mentalidad moderna, que en muchos casos es urbana y está marcada por la contestación, no es fácil presentar a Cristo como buen pastor. Hoy se grita por doquier que no hay que ser ovejas ni rebaño de ningún pastor, pues meterse en la masa es ser número yuxtapuesto fácilmente manipulable.

Cristo es un pastor único, que a la vez es cordero inmolado en el altar de la cruz. Es el pastor que entregó su vida por las ovejas, con pleno conocimiento del rebaño, sin abandonos ni huídas culpables.

El gran reto del cristiano es aceptar el misterio de muerte y vida, pasar de la tiniebla a la luz, saber ser al tiempo cordero fácil y pastor comprometido.

La relación con los demás nos exige ser pastores buenos, que se destacan virtuosamente de las masas indiferenciadas de baja calidad humana. Al mismo tiempo el cristiano tiene que estar dispuesto a dar la vida por los demás como prueba definitiva de la fraternidad y del amor nuevo que nos ha infundido Cristo. En toda circunstancia debe escuchar la voz del Buen Pastor y en el redil de la Iglesia comer el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.
Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Hechos de los apóstoles 4, 8-12Sal 117, 1 y 8-9. 21-23. 26 y 28-29
san Juan 3, 1-2san Juan 10, 11-18

de la Palabra a la Vida
La muerte y la resurrección de Cristo han hecho que todos los nombres que Él mismo se atribuye en el evangelio adquieran su pleno sentido. Él, que dijo de sí mismo ser la luz del mundo, el agua, la vida… ha mostrado que todo lo creado tiene perfecto cumplimiento en la pascua del Hijo. También el ser pastor.

Cristo verdaderamente ha dado su vida por las ovejas, señal que manifiesta a un auténtico pastor. Su sacrificio ha sido único, y también lo ha sido su eficacia: por eso, en verdad Cristo es el buen pastor. Al relacionarse con sus ovejas, la salvación que Él ha obtenido por su muerte ha producido en ellas un beneficio de vida, de vida eterna. Hablar del buen pastor, por tanto, es hablar del misterio pascual. San Juan nos invita a reflexionar en el camino de abajamiento y de servicio que el Hijo ha realizado por nosotros y que ha culminado a la derecha del Padre. El sacrificio de su propia vida se ha convertido en fuente de una vida nueva: Ahora ya sabemos que no vivimos para nosotros mismos, que Cristo nos ha enseñado que vivimos para Dios y que la dirección de nuestras vidas es hacer para Dios, seguir a Cristo hacia Dios.

Este camino hacia Dios se expresa en el evangelio de hoy con una afirmación de Jesús: “conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce, y yo conozco al Padre”. Un conocimiento tan íntimo como el del Padre y el Hijo sólo es posible si entre nosotros y el buen pastor se ha producido una intimidad tal. Esa es la consecuencia de su encarnación: por ella, esa intimidad puede darse. Y para que continúe, Cristo da su Espíritu a la Iglesia, a los hombres. De esta forma, Juan retoma un tema muy propio del Antiguo Testamento: el Dios que busca a los hombres, que quiere hacerse cercano a ellos, darse a conocer. Un Dios que elige profetas, pastores, de entre los hombres, para que con palabras humanas expresen el deseo divino.

Este deseo tiene una concreta realización: “Un sólo rebaño, un sólo pastor”. Esto es así porque, como decía Pedro en la primera lectura, “ningún otro puede salvar”, “no se nos ha dado otro nombre por el cual podamos ser salvos”. Ahora vivimos en medio de gran división, una división que dificulta creer en la Palabra del Señor, y sin embargo sólo se puede aceptar este misterio reconociendo que el buen pastor aún no ha completado su tarea. En la realización del misterio pascual no ha concluido su obra unificadora. Aún no están todas las ovejas en el mismo rebaño.

Por eso el misterio pascual sigue siendo necesario hoy, sigue siendo celebrado en la vida de la Iglesia. La muerte y resurrección de Cristo, hechos que sucedieron en la historia “una vez para siempre”, siguen celebrándose para conducir al mundo a la unidad. El Espíritu es el don del buen pastor para que así sea. De esta forma, el buen pastor nos muestra hoy la unidad como fruto de la Pascua. Quien verdaderamente ha experimentado ser recogido, salvado, por la Pascua de Cristo, sólo puede desear que eso mismo suceda en todos.

La celebración de la Iglesia es una invitación a dejarnos reunir por Cristo, a experimentar cómo se ha producido y dónde nuestra propia salvación. Así, nadie va a misa sólo, nadie va a lo suyo, no si no quiere caer en la contradicción de reconocer al buen pastor y a la vez renegar de su obra. Cristo ha creado con la Pascua un solo pueblo nuevo, por el poder de su entrega. Ahora yo, que celebro como parte de un “nosotros”, tendré que mirar qué lugar ocupa en mi vida ese deseo del único y buen pastor. ¿Mis actitudes en misa son individualistas o buscan crear comunión? ¿Y mis palabras, mis gestos? Y después, al salir de misa, ¿miro para mí o miro por la comunión, como hace el buen pastor? Todo esto no es tema secundario, sin importancia: manifiesta los límites – o no – del sacrificio pascual de Cristo.
Diego Figueroa

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