domingo, 16 de junio de 2019

PRIMERA LECTURA
Antes de que la tierra existiera, la Sabiduría fue engendrada.
Lectura del libro de los Proverbios 8, 22-31
Esto dice la Sabiduría de Dios:
«El Señor me creó al principio de sus tareas, al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remoto fui formada, antes de que la tierra existiera.
Antes de los abismos fui engendrada, antes de los manantiales de las aguas.
Aún no estaban aplomados los montes, antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba, ni los primeros terrones del orbe.
Cuando colocaba los cielos, allí estaba yo; cuando trazaba la bóveda sobre la faz del abismo; cuando sujetaba el cielo en la altura, y fijaba las fuentes abismales; cuando ponía un límite al mar, cuyas aguas no traspasan su mandato; cuando asentaba los cimientos de la tierra, yo estaba junto a él, como arquitecto, y día tras día lo alegraba, todo el tiempo jugaba en su presencia: jugaba con la bola de la tierra, y mis delicias están con los hijos de los hombres».
Palabra de Dios.
Sal 8, 4-5. 6-7a. 7b-9. 
R. Señor, dueño nuestro, ¡qué admirable es tu nombre en toda la tierra!
Cuando contemplo el cielo, obra de tus dedos, 
la luna y las estrellas que has creado.
¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él, 
el ser humano, para mirar por él? R.
Lo hiciste poco inferior a los ángeles, 
lo coronaste de gloria y dignidad, 
le diste el mando sobre las obras de tus manos. 
Todo lo sometiste bajo sus pies. R.
Rebaños de ovejas y toros, 
y hasta las bestias del campo, 
las aves del cielo, los peces del mar, 
que trazan sendas por el mar. R.
SEGUNDA LECTURA
A Dios, por medio de Cristo, en el amor derramado por el Espíritu.
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 5, 1-5
Hermanos:
Habiendo sido justificados en virtud de la fe, estamos en paz con Dios, por medio de nuestro Señor Jesucristo, por el cual hemos obtenido además por la fe el acceso a esta gracia, en la cual nos encontramos; y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Más aún, nos gloriamos incluso en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia, la paciencia, virtud probada, la virtud probada, esperanza, y la esperanza no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado.
Palabra de Dios
Aleluya Cf. Ap 1, 8
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Gloria al Padre, al Hijo, y al Espíritu Santo;
al Dios que es, al que era y al que ha de venir. R.
EVANGELIO
Lo que tiene el Padre es mío. El Espíritu recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará.
Lectura del santo Evangelio según san Juan 16, 12-15
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
– «Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues no hablará por cuenta propia,sino que hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.
Él me glorificará, porque recibirá de lo mío y os lo anunciará. Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que recibirá y tomará de lo mío y os lo anunciará».
Palabra del Señor

Comentario Pastoral
DIOS ES AMOR
Los cristianos creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso; y en un solo Señor, Jesucristo, y en el Espíritu Santo, dador de vida. Éste es el dogma fundamental del que todo fluye. Por eso la Iglesia hoy nos invita a la celebración del gran misterio que nos hace conocer y adorar en Dios la unidad de naturaleza en la trinidad de personas.

Creer en la Trinidad normalmente nos cuesta mucho, quizá porque es una verdad abstracta, que parece que afecta solo a los teólogos. Ante el misterio no se pueden emplear palabras banales ni es actitud coherente el simple soportarlo. El misterio se cree y se adora. No basta quedarse en la representación del triángulo, del trébol o de los tres círculos enlazados. Tenemos un concepto de fe demasiado nocional, pues nos parece que creer es saber y entender; sin embargo, creer es vivir. Por eso, creer en Dios es intentar vivir el misterio múltiple y único de Dios, que se manifiesta en nuestra vida.

La oración cristiana comienza “en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” y siempre se concluye con una doxología en honor de las tres divinas personas. 

Desde siempre se expresaba Dios en su Palabra y desde la creación su Espíritu se movía entre las aguas, daba vida con su aliento a todo lo creado y se derramaba después en reyes, jueces, profetas y pueblo. Su Palabra no solo es creadora, sino que también se hace activa realidad y expresión de lo divino en los profetas y hombres inspirados. En la plenitud de los tiempos se encarna en Cristo, Palabra del Padre, y se nos comunica su Espíritu, que es el mismo Espíritu del Padre. En la fe percibimos esa Palabra y ese Espíritu no como nuevos medios de actuación de Dios, sino como seres subsistentes.

La Trinidad es la expresión de la profunda vitalidad divina y la raíz del amor que está en nosotros. Dios es amor, vive en comunidad.

La gloria, la alabanza, la bendición y la acción de gracias son las únicas palabras dignas y humildes que podemos pronunciar ante Dios.
Andrés Pardo

de la Palabra a la Vida
Hay cosas en la vida, multitud de ellas, con las que aún “no podemos cargar”. Están fuera de nuestra capacidad. No es una cuestión de cantidad de conocimiento, sino de calidad del conocimiento. Necesitamos toda una vida, no solamente para ir aceptando que así es, sino también para que el Espíritu Santo nos lo vaya revelando, lo vaya poniendo en nuestro ser de manera suave, de manera cierta. Así sucede en nuestra propia vida, camino de crecimiento en la fe, pero también en la historia, que poco a poco, en la medida que Él quiere, va conociendo a Dios, se va habituando a Él.

Desde antes de los abismos, manantiales, de la tierra misma… Dios tenía un plan para darse a conocer y ofrecer su amor y divinidad. Su Sabiduría se ha ido manifestando y a la vez proponiendo a la creación, al hombre, culmen de la creación. Desde lo más pequeño, el hombre puede contemplar y descubrir la marca del Creador en las criaturas, la inteligencia y belleza de su plan, y entonces exclamar: “¡Qué admirable es tu nombre en toda la tierra!”. Por eso, en esta fiesta la Iglesia no celebra un misterio concreto de la vida de Cristo, sino el misterio de la vida. Inabarcable para la mente humana, las lecturas de hoy sólo pueden ser acogidas con la Vida, como un don que se desvela en la medida que se acepta. El evangelio según san Juan nos ofrece un breve pasaje de los discursos de despedida, en el que en una afirmación de Cristo encontramos a las tres personas divinas. He ahí la intención de la Iglesia, que advirtamos la comunión que se nos revela, en acción. El Padre es el que todo lo tiene, el que entrega todo por Cristo; en el evangelio de hoy el don que entregan es el Espíritu Santo, que realizará, en el corazón del hombre, el anuncio del misterio de Dios; será el revelador espirado por Dios para que la humanidad pueda avanzar por la vida en la comunión con la Santa Trinidad.

Es la afirmación de San Pablo “el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado” la que contiene ese desenvolverse de la historia. Dios se da a los hombres, desde lo profundo de su ser a lo más profundo del nuestro, para que nuestro ser sea transformado e introducido en el de Dios. Porque ese es nuestro destino, ser en Dios. Por eso la esperanza no defrauda, porque la esperanza cristiana no es que pasen cosas que más o menos queremos o nos gustaría que fueran. El contenido de la esperanza cristiana es estar en Dios, una comunión perfecta. Nuestra esperanza es entrar en el fuego de la Trinidad, pero para eso el Espíritu se encarga de transformarnos también en fuego, para vivir allí, para arder de amor sin consumirnos.

La Iglesia nos enseña en el Catecismo que la liturgia es una obra de la Santísima Trinidad: en ella, el Padre es fuente y destino de toda bendición, bendición que es el Hijo, mediador y sacerdote que celebra la liturgia obteniendo para la Iglesia, que se asocia a la celebración, la gracia, el don del Espíritu Santo. Descubrir en la liturgia que celebra la humanidad la huella del auténtico celebrante es aprender a hacer de la vida una liturgia en la que Dios deja su bella firma para ser descubierto. Celebramos un misterio porque no podemos aún cargar con todo, porque la vida es un misterio, y el misterio es el ámbito propio en el que se vive y desemboca nuestra esperanza. Ni todo lo tenemos medido, ni todo controlado: todo está en manos del amor de Dios, también nosotros lo estamos. 

Sirvámonos de la celebración de la Iglesia para entrar en el misterio de la Trinidad, para que el deseo de la comunión que en ella se nos ofrece sea cada día más vivo, más ardiente en nosotros, creados para contemplar lo creado y elevarnos a la Sabiduría del Creador.
Diego Figueroa

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