sábado, 27 de julio de 2019

PRIMERA LECTURA
Señor, no pases de largo junto a tu siervo
Lectura del libro del Génesis 18, 1-10a
En aquellos días, el Señor se apareció a Abrahán junto a la encina de Mambré, mientras él estaba sentado a la puerta de la tienda, en lo más caluroso del día. Alzó la vista y vio tres hombres frente a él. Al verlos, corrió a su encuentro desde la puerta de la tienda, se prostó en tierra y dijo:
«Señor, mío, si he alcanzado tu favor, no pases de largo junto a tu siervo. Haré que traigan agua para que os lavéis los pies y descanséis junto al árbol. Mientras, traeré un bocado de pan para que recobréis fuerzas antes de seguir, ya que habéis pasado junto a vuestro siervo».
Contestaron:
«Bien, haz lo que dices».
Abrahán entró corriendo en la tienda donde estaba Sara y le dijo:
«Aprisa, prepara tres cuartillos de flor de harina, amásalos y haz unas tortas».
Abrahán corrió enseguida a la vacada, escogió un ternero hermoso y se lo dio a un criado para que lo guisase de inmediato. Tomó también cuajada, leche y el ternero guisado y se lo sirvió. Mientras él estaba bajo el árbol, ellos comían.
Después le dijeron:
«¿Dónde está Sara, tu mujer?».
Contestó:
«Aquí, en la tienda».
Y uno añadió:
«Cuando yo vuelva a verte, dentro del tiempo de costumbre, Sara habrá tenido un hijo».
Palabra de Dios
Sal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
R. Señor, ¿quién puede hospedarse en tu tienda?
El que procede honradamente 
y practica la justicia, 
el que tiene intenciones leales 
y no calumnia con su lengua. R.
El que no hace mal a su prójimo 
ni difama al vecino. 
El que considera despreciable al impío 
y honra a los que temen al Señor. R.
El que no presta dinero a usura 
ni acepta soborno contra el inocente. 
El que así obra nunca fallará. R.
SEGUNDA LECTURA
El misterio escondido desde siglos, revelado ahora a los santos
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Colosenses 1, 24-28
Hermanos:
Ahora me alegro de mis sufrimientos por vosotros: así completo en mi carne lo que falta a los padecimientos de Cristo, en favor de su cuerpo que es la Iglesia, de la cual Dios me ha nombrado servidor, conforme al encargo que me ha sido encomendado en orden a vosotros: llevar a plenitud la palabra de Dios, e misterio escondido desde siglos y generaciones y revelado ahora a sus santos, a quienes Dios ha querido dar a conocer cuál es la riqueza de la gloria de este misterio entre los los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria.
Nosotros anunciamos a ese Cristo; amonestamos a todos, enseñamos a todos, con todos los recursos de la sabiduría, para presentarlos a todos perfectos en Cristo.
Palabra de Dios
Aleluya Cf. Lc 8, 15
R. Aleluya, aleluya, aleluya
Bienaventurados los que escuchan la palabra de Dios
con un corazón noble y generoso, 
la guardan y dan fruto con perseverancia. R.
EVANGELIO
Marta lo recibió en su casa. María ha escogido la parte mejor
Lectura del santo Evangelio según san Lucas 10, 38-42
En aquel tiempo, entró Jesús en una aldea, y una mujer llamada Marta lo recibió en su casa.
Esta tenía una hermana llamada María, que, sentada junto a los pies del Señor, escuchaba su palabra.
Marta, en cambio, andaba muy afanada con los muchos servicios; hasta que, acercándose, dijo:
«Señor, ¿no te importa que mi hermana me haya dejado sola para servir? Dile que me eche una mano».
Pero el Señor le contestó:
«Marta, Marta, andas inquieta y preocupada con muchas cosas; sólo una es necesaria. María, pues, ha escogido la parte mejor, y no le será quitada».
Palabra del Señor

Comentario Pastoral
HOSPITALIDAD DESDE LA FE
En el camino del hombre Dios se le hace encontradizo y huésped. La primera lectura bíblica de este domingo nos recuerda a Abrahán, ofreciendo hospitalidad a Dios, que se le muestra bajo las apariencias de tres extranjeros que van de paso. Con un amor limpio los acoge, los saluda, los venera, les ofrece comida; por eso la escena termina con una promesa de vida. No olvidemos que la hospitalidad tiene mucho de sagrado y que cuando se da de verdad se recibe mucho más.

En el Evangelio, Jesús se detiene para descansar en casa de sus amigos de Betania. Marta nos recuerda al samaritano del domingo anterior; María es signo de lo primero y fundamental para la acción caritativa: la escucha de Jesús. El servicio de Marta y la escucha de María son dos aspectos armónicos y complementarios de la única vida de cristiano.

En un mundo inhóspito, en que hay tantos recelos, suspicacias y miedos de abrir la puerta, es conveniente meditar sobre las exigencias de una hospitalidad, desde la fe. Todos hubiéramos acogido con toda prontitud y alegría a Jesús, si hubiese querido físicamente quedarse en nuestra casa, del mismo modo que lo hizo en Betania. Sin embargo, nos resulta bastante difícil acogerlo en la verdad misteriosa de su Palabra. En cada Eucaristía siempre tenemos la ocasión maravillosa de dar hospitalidad a la Palabra que se nos proclama (que es Cristo), de ser discípulos del Maestro, de escuchar la verdad que fortalece la fe, centra la esperanza y purifica el amor. Así podremos después servir a los hermanos, acoger siempre a todos con amabilidad.

Para alcanzar la hospitalidad que nos hace ver a los otros como hermanos es necesario escuchar la Palabra, bien sea entre los rumores de la ciudad o bien en el silencio de la casa. La ley o norma fundamental que debe regular nuestra vida, para tener abierto el canal de comunicación y acogida con lo infinito, no es algo lejano y exterior a nosotros. Es más bien algo que nos empuja desde dentro a desprendernos de nuestros intereses y amar a Dios y a los demás. 

Cristo alabará la actitud de María, que antepone a cualquier otra preocupación la de oír al Maestro. A ejemplo suyo, como los discípulos de los rabinos, debemos estar siempre dispuestos a oír la Palabra (“el misterio escondido desde los siglos”) y a cumplirla.
Andrés Pardo

Palabra de Dios:

Génesis 18, 1-10aSal 14, 2-3ab. 3cd-4ab. 5
san Pablo a los Colosenses 1, 24-28san Lucas 10, 38-42

de la Palabra a la Vida
Para un peregrino, encontrar un alojamiento en el que descansar, en el que alojarse, en el que comer caliente o disfrutar de una sombra, es una bendición. Para un peregrino, no es tan agotador el camino como, en muchas ocasiones, no tener donde descansar al término de la etapa. Sin embargo, misteriosamente, en muchas ocasiones la bendición es mayor para el hospitalero que para el peregrino. Desde Abraham, y hasta nosotros: “Señor, no pases de largo”. La sentida petición de Abraham, que ha reconocido en ese misterioso huésped la presencia de Dios, en esas tres personas la visita del Señor, se corresponde con el deseo de todo hombre de que aquello que, habiendo aparecido de forma gratuita y consoladora, nos abre la puerta a lo divino no se aleje de nosotros sino que se quede: Viniendo a nosotros, en realidad nos introduce en una vida mejor, especial, de comunión eterna con lo divino. El pacto con Dios no es algo para algún momento: si es verdadero pacto con Dios, puede hacerse palpable en cualquier momento de nuestra vida. Solo requiere la atención de reconocerlo.

He ahí un nuevo signo de la fe de Abraham. Señor, quédate, “ya que has pasado junto a tu siervo”. La hospitalidad de Abraham con el Dios misterioso se revela plenamente en la hospitalidad de Marta y María con el Dios encarnado. A Cristo se le sirve -Marta- y se le escucha – María -. ¿Quién quiere decir, gritar, anunciar en su vida que Dios le ha visitado? ¿Alguien tiene
intención de hacer público que Dios ha pasado junto a él, no por compromiso, sino como el que “ha visitado y redimido a su pueblo”? Entonces póngase a servir y escuchar a Dios.

Pero la Iglesia es llevada por Cristo en su revelación a un nivel todavía mayor. Este no ha venido sólo a visitarnos, ha venido a invitarnos a su casa. Su visita, su aparición, es un paso querido y previo a abrirnos las puertas de su casa, las puertas de la casa del cielo, “la casa de mi Padre”, en la gloria.

Por eso la Iglesia, al escuchar de la visita de Dios y de la hospitalidad de los hombres, suspira al cielo en el Salmo: “¿Quién puede hospedarse en tu tienda?” Aquel canto del pueblo de Israel, con el que se acercaba al monte santo, a la ciudad de Jerusalén, al Templo en el que Dios habitaba, ha recibido todo su sentido con la Encarnación del Hijo de Dios. Y el que puso su morada entre nosotros, quiere llevarnos a la morada que tiene en la Santa Trinidad. La Iglesia ha captado el matiz: Quien acoge a Cristo, será acogido por Cristo. ¿Cómo acoger al que está en el cielo? En sus palabras: “Lo que hicisteis con uno de estos, mis humildes, conmigo lo hicisteis”. Si el domingo pasado, en el evangelio del buen samaritano, ya podíamos ver lo buen pagador que es Cristo, hoy el Señor renueva su propuesta.

En realidad, su propuesta es una puerta abierta en cada hombre, en cada hermano, pero que hoy aprende en la Liturgia. Es en la celebración de la Iglesia donde nosotros participamos creyendo que Cristo viene a lo nuestro, a lo que nosotros hacemos, a lo que cantamos o rezamos… en realidad, en la celebración somos nosotros los que nos hospedamos en su tienda, somos nosotros los que , por la acción de la gracia, encontramos abiertas las puertas del cielo, y comenzamos a disfrutar de la acogida de Dios en la Gloria. Reconocerse invitado en la liturgia de la Iglesia es fundamental para vivir la vida con espíritu agradecido, no soberbio ni vanidoso. Señor, Marta y María te cogieron en su casa y aprendieron, en el servicio y en la escucha, que lo importante es aquello que nos hace dignos de ser acogidos en su tienda. ¿A quién y cómo acojo yo? ¿Con qué condiciones? ¿Recibo a Cristo sirviendo a otros, escuchando la Palabra de Dios? Porque, Señor, puede hospedarse en tu tienda, en el cielo, quien, como Tú, “practica la justicia”, y te acoge hoy, en el misterio.

Diego Figueroa

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